De la Redacción
Colombia vive una etapa histórica con el ascenso de Gustavo Petro a la presidencia. Es la primera ocasión que un político de izquierda llega al poder en ese país sudamericano, que padece violencia política de guerrillas y sangrienta represión del ejército y fuerzas paramilitares, entrenadas y asesoradas por la CIA.
Petro, quien militó en su juventud en el grupo guerrillero M-19, pero en tareas de enlace, no como combatiente en acciones militares, recibió el mando de su antípoda, Iván Duque, un ultraderechista y peón de Estados Unidos en su política exterior en la región y en la estrategia estadounidense de deshacerse por la vía del asesinato de Nicolás Maduro, gobernante de Venezuela.
La Colombia de Duque rompió relaciones diplomática con el gobierno de Venezuela, y las estableció con Juan Guaidó, un agente de la CIA que fue diputado y opositor, reconocido por Estados Unidos como presidente Venezolano y apoyado por el gobierno colombiano. Desde el primer día del mandato petrista los lazos diplomáticos y de amistad Colombia-Venezuela se restauraron oficialmente, lo cual significó el desconocimiento del opositor, que ya no es legislador y jamás contendió por la presidencia de la República, pero en su condición de particular Biden y los países de la Unión Europea lo aceptan como presidente venezolano y le dan acceso a fondos depositados por las autoridades de su país. Lo siguen considerando el presidente de Venezuela.
Petro se ha comprometido a lograr la paz con la organización guerrillera Ejército de Liberación Nacional (ELN) y con la facción de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), que no aceptó el acuerdo de paz firmado con el gobierno en 2016. También anunció que propondrá a los narcotraficantes su entrega y abandono de sus actividades, a cambio de someterse a la justicia y recibir penas reducidas de cárcel.
Su plan de 10 puntos incluye la atención a los sectores vulnerables, que forman mayoría, en algo parecido a los programas sociales del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador; además plantea una reforma fiscal para incrementar la recaudación y los fondos gubernamentales, con la particularidad de que propone que paguen más quienes más ganan.
El escenario es difícil en extremo porque durante los 4 años del periodo de Duque la pobreza se incrementó casi 9 por ciento y la desigualdad económica, 19 por ciento. Además, la oligarquía criolla -de ultraderecha y con base social-, por conducto de sus grandes medios informativos comenzó ya una campaña de desprestigio contra él, semejante a la que ha vivido el presidente de Bolivia, Pedro Castillo.