De la Redacción
El presidente izquierdista e indígena peruano, Pedro Castillo, está convertido en rehén de la ultraderecha empresarial y de la oligarquía en general, quienes buscan destituirlo por corrupto, cuando apenas a finales del pasado mes cumplió un año en el cargo, y desde las primeras semanas de su mandato ya lo habían acusado de ese delito e intentaron destituirlo los diputados derechistas.
Salvó dos veces los juicios de destitución por lo que allá se conoce como “vacancia por incapacidad moral permanente”, pero solo porque en ambas ocasiones los diputados derechistas no reunieron los votos suficientes para ello. Lo paradójico es que quienes han sido corruptos toda su vida acusan a un maestros rural indígena pobre de ser corrupto y lo quieren destituir para recuperar sus privilegios.
Castillo no pudo viajar a Bogotá, a la toma de posesión del presidente Gustavo Petro, porque los diputados opositores, mayoría legislativa, no le dieron permiso, indispensable para salir de Perú a cumplir un compromiso diplomático, y la semana pasada le fueron presentados nuevos cargos, en otro intento por separarlo de la presidencia.
Especialistas en temas políticos peruanos sostienen que los problemas del presidente es que allá la oligarquía tiene bases sociales y es dueña de los medios informativos, desde donde mantiene una campaña de calumnias, difamación y desprestigio contra Castillo. Esos expertos comentan que frente a esas derecha y ultraderecha legislativas, las senadoras mexicanas panistas Lilly Téllez y Kenia López parecen comunistas.