*La delincuencia organizada siempre fue negativa, pero ahora lo es más.
De la redacción
La muerte de presuntos miembros de la delincuencia organizada, en enfrentamientos con fuerzas seguridad, genera satisfacción y hasta alegría, de acuerdo con sondeos realizados por “El Espectador”. Esa reacción crecerá después de los ataques a la población civil en Ciudad Juárez, Chihuahua este mes.
Cuando fue aniquilada una célula delictiva en el sur mexiquense, nadie lamentó el hecho; al contrario, la reacción social fue de alivio, especialmente, en los municipios de la región, donde más se padecen las actividades criminales de estos grupos de la delincuencia organizada. Acción policial semejante exigen en San José del Rincón.
Los criminales organizados, en general, perdieron base social en las regiones donde operan, a diferencia de hace décadas, cuando “ayudaban a la gente”, como en el sur mexiquense, zonas de Guerrero, Michoacán, Chihuahua, Guanajuato, Jalisco, Sonora, Zacatecas y Tamaulipas, según un análisis de este medio informativo.
No fue gratuita esta pérdida de apoyo popular en donde operan, porque pasaron de ser “benefactores” y, de alguna manera, “protectores”, a convertirse en vulgares depredadores y explotadores de la gente pacífica y trabajadora. Las agresiones mortales a tiros a personas inocentes en Ciudad Juárez ha sido una brutalidad extrema, no vista antes, pero la delincuencia organizada agravia de muchas formas diariamente a la población.
Este cambio de “benefactores” a enemigos de la sociedad comenzó en Guerrero, después de la desarticulación del “Cartel de los Beltrán Leyva” y su pulverización en varios grupos, especialmente en Acapulco, según un análisis de “El Espectador”.
Antes las actividades criminales, con todo lo condenable que eran, no afectaban a la población, y su estrategia para tener simpatía de la población incluía el respaldo material a su entorno social.
Esto fue muy notorio en Jalisco, Sinaloa, Baja California, Chihuahua y Tamaulipas, en tiempos de los carteles que lideraron Miguel Ángel Gallardo y todavía en los de Joaquín, “el Chapo” Guzmán; Amado Carrillo Fuentes, “el Señor de los cielos”; los Arellano Félix; y Juan García Ábrego.
No se trata de idealizar a esos grupos, que dañaron a la sociedad, sino de examinar el empeoramiento de la situación para los habitantes de los lugares en donde operan células como la exterminada en Texcaltitlán, que agravian de muchas formas a la población ajena a sus actividades delictivas.
Cambiaron su comportamiento frente a las comunidades, con la incorporación a su catálogo de modalidades criminales el secuestro, la extorsión, el cobro de derecho de piso, la imposición de altos niveles de precios a los productos básicos, para obtener extorsiones más altas, el despojo de bienes y negocios, y la ejecución de quienes no pagan las cuotas semanales, de acuerdo con lo expresado por personas entrevistadas.
Nada de apoyo material a su entorno social, sino la expropiación ilegal de bienes, ingresos y ganancias de quienes desarrollan actividades productivas lícitas, la intimidación y ejecución a quienes no pagan, para infundir temor al resto de la sociedad.