De la Redacción
Este mes se cumplieron 40 años de la expropiación de la banca en México, por parte del entonces presidente José López Portillo, quien justificó la medida de su gobierno con el argumento de que los banqueros no contribuían al desarrollo nacional, sino sólo lucraban con su actividad. Denunció aquel famoso “ya nos saquearon, no nos volverán a saquear”.
Con ello 64 bancos quedaron en manos del Estado, incluyendo los créditos que no habían pagado muchas empresas: el gobierno se convirtió en accionistas de esas compañías privadas, y en algunos casos le correspondió la mayoría de las acciones. Esos llamados “activos no bancarios fueros los primeros” devueltos a sus antiguos dueños en el proceso de reprivatización iniciado por Miguel de la Madrid Hurtado y que con Ernesto Zedillo Ponce de León y Vicente Fox Quesada fue mucho más allá:
No sólo reprivatizaron los bancos, sino desnacionalizaron incluso al “sistema de pagos”. Con excepción de Banorte, todos los grandes bancos quedaron en manos extranjeras, especialmente de corporaciones españolas y estadounidenses, que ahora saquean más que antes, con la agravante de que las utilidades las envían al extranjero, a sus casas matrices.
La sentencia grandilocuente de López Portillo fracasó: nos volvieron a saquear y no siguen saqueando en forma despiadada, al grado de que sus ganancias crecen cada año hasta 15 veces más que la economía del país o que los salarios contractuales de los trabajadores mexicanos.
Esa devolución de los bancos y la autorización para su posterior venta a capitales extranjeros fue reprobada incluso por quien intensificó el proceso de reprivatización: Carlos Salinas de Gortari. Éste reprobó lo que hizo su sucesor y ex subordinado, Zedillo Ponce de León. Consideró un grave error histórico e irresponsabilidad el haber dejado en manos extranjeras al sistema bancario nacional, lo cual no ocurre en ningún país desarrollado, ni siquiera en los de ingresos medios.
Algunos medios informativos de cobertura nacional recordaron el hecho, pero no se refirieron a las consecuencias nefastas que tuvo la reprivatización de los bancos, porque un importante porcentaje de sus ingresos provienen de la propaganda de ese sistema bancario.