*Raúl Salinas, su subordinado, lo ignoró e hizo lo que quiso en Conasupo.
De la redacción
Ignacio Ovalle Fernández muy joven adquirió fama de talentoso. Eso decían de él los columnistas cuando era secretario particular del presidente Luis Echeverría Álvarez. Le auguraban un brillante futuro político.
No ocurrió así. El desprestigio de su jefe lo perjudicó, y prácticamente desapareció de los cargos relevantes del mundo institucional. Poco se supo de él hasta que Carlos Salinas de Gortari lo hizo director general de la Comisión Nacional para la Subsistencia Popular (CONASUPO).
Para su mala suerte, el mandatario designó como funcionario del organismo a su hermano Raúl Salinas de Gortari, un ambicioso político ansioso por hacer multimillonario en el menor tiempo posible.
Lo logró mediante una descomunal corrupción, que no pudo o no quiso evitar Ovalle Fernández, de quien se dice en lo personal es un hombre honesto, pero sin carácter para impedir a la corrupción de sus subordinados.
Los periodistas que cubren la fuente del Poder Judicial Federal en el Estado de México, recuerdan al ex secretario particular y después secretario de la Presidencia de la República en el fin de sexenio de Echeverría, como testigo de cargo contra Raúl Salinas de Gortari, en el proceso penal por enriquecimiento ilícito.
Después de eso volvió a desaparecer del escenario político e institucional, y reapareció en el actual sexenio, como responsable del organismo “Seguridad Alimentaria Mexicana” (SEGALMEX).
Otra vez sus subordinados lo metieron en problemas y fue removido del cargo. Directores de las empresas que dependían de él incurrieron en actos de corrupción, sin que se enterara y evitara quebrantos al erario, en un gobierno que tiene como principal bandera la lucha contra la corrupción y los corruptos.
Ovalle Fernández ocupa ahora la titularidad de un organismo relacionado con el federalismo y el desarrollo de los municipios, mientras algunos de sus colaboradores están pesos por corrupto, como ocurrió con Raúl Salinas de Gortari, su subordinado en la CONASUPO en los primeros meses de 1995.
Como entonces, también ahora, sobre el político no pesan sospechas de haber participado en los actos de corrupción de sus subordinados, pero ha probado que el control sobre colaboradores corruptos no es precisamente su fuerte.