*Inclusive políticos de origen pobres se aficionan a las mansiones lujosas.
De la redacción
El ex procurador general de la República (PGR), Jesús Murillo Karam, fue capturado sin oponer resistencia por su presunta deliberada mala investigación de la desaparición forzada de 43 alumnos normalistas en Iguala, Guerrero, la noche del 26 de septiembre de 2014.
Mucho se ha publicado del ex poderoso e intocable político hidalguense durante el sexenio del presidente Enrique Peña Nieto, por lo que poco puede agregarse al respecto; sobre todo, porque siguen y seguirán saliendo aspectos de ese condenable y brutal hecho.
No obstante, poco se reflexionó sobre el sitio de la aprehensión del también exgobernador de Hidalgo, ex secretario de SEDATU y exsecretario general del CEN del PRI, donde tenía más poder que su jefe partidista.
Habitaba una fastuosa mansión en una de las zonas más lujosas y caras de la Ciudad de México y el país: Las Lomas de Chapultepec, donde viven grandes banqueros, industriales, comerciantes; es decir, un segmento de los mexicanos de más altos ingresos a escala nacional.
El tema ilustra la debilidad de políticos que se hacen altos funcionarios públicos por las mansiones de lujo, de ello no se salvan ni siquiera quienes provienen de clases medias bajas, incluso de familias pobres.
En Las Lomas de Chapultepec viven o tienen propiedades el exgobernador Eruviel Ávila Villegas y quien fuera su secretario de Finanzas y hombre de todas sus confianzas, Erasto Martínez Rojas.
El exmandatario mexiquense habitaba una casa de interés social en Ecatepec, y cuando estudiaba la carrera de abogado, cuenta un experimentado periodista de ese municipio, “iba a mi casa los sábados, para que le invitará unas copas de un brandy barato, porque no tenía dinero para comprar una botella”, narró a “El Espectador”.
En las mismas Lomas de Chapultepec tiene mansión otro exgobernador de Hidalgo, el ex secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, también de origen trabajador y ahora senador y líder de la bancada senatorial.
En la misma zona residencial se gestó el desprestigio y creencia generalizada de la descomunal corrupción del entonces presidente Enrique Peña Nieto, con el caso de la mansión conocida como “La Casa Blanca”.
Muchos políticos más, cuyos ingresos públicos lícitos no les daban capacidad de ahorro para pagar esas residencias, habitan esa colonia capitalina, y no pocos justifican su nivel de vida con el argumento de que además son empresarios.
Olvidan deliberadamente que como tales hicieron grandes negocios con el poder público, mediante el tráfico de influencia; es decir, como corruptos desde su condición de miembros de la iniciativa privada.