*Hay temores de que Bolsonaro no reconocerá los resultados si le son adversos.
De la Redacción
Todo está listo para que mañana 157 millones de brasileños inscritos en la lista electoral acudan a las urnas para decidir no sólo quién gobernará los próximos 4 años, sino también el rumbo de ese extenso país, dado que como ocurrió hace meses en Colomba, los partidos políticos y sus candidatos principales representan proyectos de nación encontrados.
El expresidente Ignacio da Silva “Lula”, busca ahora participar y volver a la presidencia, después de que hace 4 años fue sacado de la contienda en forma arbitraria, con maniobras ilegales, avaladas por un juez de consigna, para impedir que estuviera en las boletas, con lo cual favorecieron al utraderechista Jair Bolsonaro.
Todas las encuestas dan como favorito a “Lula”, un experimentado sindicalista de ideas progresistas, quien hizo un gran gobierno. Le atribuyen una ventaja de al menos diez puntos sobre el actual mandatario, cuya gestión ha resultado desastrosa en lo económico, en lo ambiental y en lo social, además de afectar la democracia.
La duda está en si Lula podrá obtener el 50 por ciento más uno de los votos totales, resultado indispensable para evitar la segunda vuelta y volver enfrentarse a Bolsonaro quien, de acuerdo con esos ejercicios demoscópicos, quedará en segundo lugar y pasará también a la segunda vuelta, si Lula no ganara la primera. Bolsonaro tiene el apoyo de los dueños de la riqueza nacional, pero como en todos los países, la oligarquía no tiene amplias bases sociales, y cuando gana lo hace mediante diversas maniobras y con el apoyo decidido y abierto de los grandes medios informativos.
Hay preocupación porque Bolsonaro, un militar ultraderechista, admirador de Pinochet, adelantó que si le ganan con fraude no reconocerá el triunfo de Lula. En especial está en contra del voto electrónico. El problema es que aun perdiendo en forma amplia y democrática, podría negarse a entregar el poder.
