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Pone en Marcha la Ultraderecha Continental Estrategia para Desestabilizar Gobiernos en América Latina

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Brasil no estuvo exenta de la estrategia de desestabilización de la ultraderecha continental.

*Sus objetivos son los gobiernos progresistas de Bolivia, Perú y el de Lula.

De la redacción

Las derechas y ultraderechas de América Latina pusieron en marcha una estrategia regional de desestabilización de gobiernos progresistas. En ese sentido, por conducto de sus cuadros en el Poder Legislativo, buscan destituir y sacar del poder al presidente de Perú, el izquierdista Pedro Castillo, según un análisis de “El Espectador”.

Como en los espacios de opinión de este medio informativo se ha destacado, en Sudamérica la ultraderecha fascista, golpista y la derecha partidistas tienen bases sociales, y no sólo y necesariamente en las clases altas y medias, sino también en los segmentos de bajos ingresos, contrariamente a lo que ocurre en México.

Esta situación le permite manipular sectores, para lo cual utiliza a los grandes medios informativos impresos y electrónicos, como los noticieros de radio y televisión de su propiedad, como lo evidencian las campañas de desinformación para debilitar el respaldo del pueblo a sus adversarios políticos, ideológicos y partidistas.

Así está ocurriendo también en Bolivia, donde el núcleo ultraderechista hegemónico en Santa Cruz, con el gobernador profascista Fernando Camacho, al frente, busca desestabilizar al gobierno de Luis Arce.

Santa Cruz es uno de los estados más prósperos de Bolivia, pero con altos índices de pobreza. En la segunda mitad de la década de los sesenta del siglo pasado la región fue escogida por Ernesto “Ché” Guevara para establecer un grupo guerrillero, precisamente, por el atraso económico de sus habitantes. En la zona fue asesinado el legendario guerrillero argentino-cubano.

Fernando Camacho realiza acciones desestabilizadoras con el pretexto de la posposición por un año de un censo general de población y vivienda, que aceptaron todos los mandatarios estatales, pero no él. Con ese argumento realiza bloqueos de carreteras, en el marco general de la estrategia de desestabilización de gobiernos progresistas, según diversos analistas políticos de América Latina.

Esa estrategia presentó una notoria variante en Brasil: intentó impedir que Luiz Inacio Lula da Silva asumiera la presidencia, para lo cual generó un clima de violencia política, que incluyó cientos de bloqueos de carreteras y vialidades. Argumentó que hubo fraude en la elección que perdió el presidente Jair Bolsonaro.

Un componente grave y riesgoso contuvo la estrategia de la derecha y ultraderecha brasileña: los manifestantes demandaron de las fuerzas armadas, especialmente al ejército, propenso a los golpes de estado, a que interviniera y desconociera el resultado de la elección presidencial del 30 de octubre pasado.

La estrategia golpista fracasó de momento, por la falta de apoyo del gobierno estadounidense, cuyo presidente Joe Biden fue de los primeros en reconocer la victoria de Lula. El ejército brasileño es obediente a las directrices de Washington, pero el objetivo de la ultraderecha profascista de recuperar el poder mediante golpes de estado militar o legislativo está vivo, según análisis de “El Espectador”.

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