De la Redacción
Lo peor que puede ocurrirle a la política es que sus oficiantes pierdan el decoro y se vuelvan cínicos y ni siquiera lo perciban, como ocurre con los senadores de llamado “grupo plural”, Germán Martínez Cázares y Emilio Álvarez Icaza, al intervenir en la elección de cabeza del Poder Judicial y su máxima instancia, el tribunal constitucional que es la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN).
No respetaron la división de poderes, la cual tanto defienden en el discurso. En este caso exigieron a la ministra Yasmín Esquivel Mossa no presentarse como candidata, en una clara injerencia en un proceso que sólo competía a los ministros, a quienes ambos presionaron públicamente para que votarán en contra de la ministra Esquivel, en una clara injerencia en el Poder Judicial.
Lo peor es que le exigieron a la ministra que tuviera decencia pública, en una actitud cínica, porque Martínez Cázares fue de los artífices del fraude electoral que hizo presidente a Felipe Calderón Hinojosa, a quien traicionó cuando ya nada tenía que ofrecerle, y después acercarse a Morena y al presidente López Obrador, quien influyó para que fuera candidato a senador y también traicionó y abandonó la bancada de Morena y ahora es uno de los ultraderechistas senadores. Y así habla de decencia política.
Álvarez Icaza fue postulado por el PAN, y ya instalado en su curul, renunció a ese partido, para convertirse en senador sin partido; es decir, utilizó al panismo para trepar y ahora pide decencia política. Ambos también son defensores del principio constitucional de presunción de inocencia, pero en este caso, antes de que se aclarara si Esquivel Mossa plagio su tesis o plagiaron la suya, dieron por cierto lo del plagio, y la condenaron, inclusive exigieron que renuncie a la SCJN.