De la Redacción
No será fácil para el presidente brasileño Luiz Inacio Lula da Silva reencauzar a su país por el camino de la justicia social y el rescate de cien millones de personas de la pobreza y pobreza extrema. Si de por sí resultaría difícil lograrlo en condiciones normales, lo será más con un congreso con mayoría opositora, que incluye representantes populares ultraderechistas, inclusive fascista, partidarios de un golpe militar contra uno de los principales líderes sociales de Amércia Latina.
Las acciones de centenares de ultraderechistas contra inmuebles de las instituciones públicas brasileñas reflejan la existencia de fasicistas y golpista, y no son pocos, pues Jair Bolsonaro perdió la reelección, pero su respaldo en las urnas fue alto, no explicable más que por el apoyo que tiene la corriente ultraderechista brasileña.
No hay explicación lógica, pero allá las clases desprotegidas brindan respaldo a dirigentes ultraderechistas y a los bolsonaros en potencia, lo cual significa un serio y grave problema para el nuevo presidente, quien inició su tercer período en el cargo, pues lo ocupó dos veces consecutiva en los primeros años de este siglo.