De la Redacción
El caso de Israel es otro contundente ejemplo de la hipocresía de Estados Unidos en los temas de los derechos humanos y democracia. El Estado hebreo ocupa ilegalmente territorio de Palestina y construye colonias a pesar del rechazo de la comunidad internacional y de la propia ONU; además, reprime, asesina civiles y hasta periodistas, y encarcela y tortura ciudadanos palestinos, ante el silencio cómplice y protección de Estados Unidos, quien utiliza su poder de veto para impedir se cumplan las resoluciones de condena del máximo organismo multilateral del planeta.
Ahora tampoco protesta, como sí lo hace ante medidas ni siquiera parecidas de los gobiernos de Cuba y Venezuela, ante la embestida del presidente israelí Benjamín Netanyahu, quien impulsa una ley que en la práctica anularía la división de poderes y terminaría con la democracia en Israel.
Quiere reformar el marco jurídico de ese país para que el Poder Legislativo pueda anular sentencias de la Corte Suprema. Ya cambió una legislación que impedía que una persona que recibiera sentencia condenatoria pudiera ocupar cargos. Con ello, sus ministros de salud y seguridad, a quienes se les comprobaron actos de corrupción por los cuales fueron incluso condenados, son ahora colaboradores legítimos del ultraderechista presidente Netanyahu.
Estados Unidos y el Parlamento Europeo y los gobiernos de las naciones de la Unión Europea voltean para otro lado, en un claro ejemplo de un doble discursos e hipocresía.