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Ganancia a Costa de Salud y Vida de los Consumidores

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GANANCIA A COSTA DE SALUD

Y VIDA DE LOS CONSUMIDORES

AUTORIDADES FAVORECIERON EL USO DE INSUMOS

DAÑINOS PARA LA SALUD EN REFRESCOS Y COMIDA

Especialistas en temas de salud y vida alertan desde hace unos años sobre el riesgo de una disminución en los años de esperanza de vida en México, por la incorporación de insumos químicos riesgosos para la salud en la producción de alimentos y bebidas azucaras industrializadas, cuyo consumo daña gravemente la salud y acorta los años de vida de las personas, además de afectar las condiciones en que viven los adultos mayores sus últimos años.

La situación es producto de la excesiva flexibilización de las normas sanitarias aplicadas a la producción de alimentos procesados, ultraprocesados y bebidas embotelladas (refrescos). Se permitió la utilización en los procesos productivos de ingredientes nocivos para la salud.

Como si se tratara de algo inocuo, se autorizó la sustitución de azúcar de caña por endulzante derivado de “alta fructuosa”, que ante del desconocimiento de los consumidores, se pensó se trataba de azúcar proveniente de frutas y, por lo tanto, tal vez era hasta mejor que el primer endulzante. Era todo lo contrario y, además, se utilizó en dosis excesivas en los alimentos ultraprocesado.

Todo comenzó en 1989, cuando el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari profundizó el sistema neoliberal, iniciado en el sexenio de Miguel de la Madrid Hurtado, y fue mucho más allá que en otros países. Su credo ideológico construido en una universidad de Estados Unidos lo motivó a privilegiar la ganancia de la industria alimentaria, la mayoría en manos extranjeras, sobre la vida y salud de sus gobernados. Las consecuencias de ese malinchismo fueron y son terribles.

Permitir la sustitución de azúcar de caña por jarabe de maíz, para cuya elaboración en volúmenes industriales se utilizan químicos nocivos para la salud, es la explicación a la epidemia de diabetes, colesterol, triglicéridos, cánceres, sobrepeso, obesidad, combinados con desnutrición, porque la comida “chatarra” causa esos problemas y adicionalmente no nutre.

También flexibilizar las normas para desregularizar las cantidades de conservadores, saborizantes y colorantes artificiales de origen químico y grasas trans en los alimentos procesados y ultraprocesados es la causa de cardiopatías y accidentes cardiovasculares que conducen a la muerte.

La urgencia de frenar y revertir las normas sanitarias es más que evidente. El problema consiste en que eso no será fácil, suponiendo que las autoridades federales tengan decisión y tiempo para hacerlo, porque la industria alimentaria no está dispuesta a reducir sus altos márgenes de utilidades ni les importa perjudicar la salud y vida de sus clientes finales, si con ello obtiene grandes ventajas y dispone de un ejército de cabilderos y costosos despachos de abogados para frenar mediante amparos cualquier intento que se despliegue en ese sentido, y dispone de mucho dinero para corromper jueces, magistrados y ministros.

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