DESPERDICIAN LA PORTENTOSA TECNOLOGÍA DE
INFORMACIÓN: DIFUNDEN MALOS CONTENIDOS
MAXIMILIANO CASTILLO R.
Uno de mis extraordinarios maestros recordaba hace unos días la situación del mal periodismo de sus tiempos. Narró que al principio, allá por finales de la década de los sesenta del siglo pasado, habían pocas publicaciones no diarias y los dueños de esos escasos medios informativos impresos percibían altos ingresos del sector púbico, con ello se hacían ricos.
Esta bonanza, recordó el académico y ex destacado reportero de diarios nacionales, alentó a muchos periodistas a fundar publicaciones semanales, quincenales y mensuales. Muy pocas eran buenas, pues la mayoría se limitaba a publicar boletines oficiales y del PRI. Entonces era impensable pensar que otros partidos llegarían a manejar presupuesto para su propaganda.
Los propietarios de las numerosas publicaciones ya no se hicieron millonarios, pero con sus ingresos podían vivir dignamente; sobre todo, aquellos preocupados por publicar información propia y que habían establecido relaciones de amistad con los jefes de prensa; sobre todo, de Luis Echeverría Álvarez, José López Portillo, Miguel de la Madrid y hasta de Ernesto Zedillo Ponce de León.
Acudían a los actos y, recuerda el docente, los reporteros de los diarios de circulación nacional y de noticieros electrónicos los veían con menosprecios y en forma peyorativa le decían “saca planas”, porque se dedicaban a obtener publicidad de las dependencias que organizaban los actos públicos y de políticos.
Esta práctica se extendió en forma exagerada en el Estado de México, con el caso extremo de Nezahualcóyotl, donde hasta dueños de cantinas y burdeles tenían sus periódicos, como instrumento de protección de sus negocios. También ex policías les aprendieron a los cantineros “y de buenas a primeras se convirtieron en prepotentes, arrogantes y arbitrarios periodistas, que extorsionaban a sus antiguos jefes a corruptos dirigentes sociales y políticos de poca monta”.
En suelo mexiquense no les llamaron “saca planas”, sino “pasquineros”, que rellenaban sus publicaciones de boletines de alcaldes, regidores, síndicos, presidentas de DIF municipales y de quien quisiera pagarles sumas irrisorias para que aparecieran sus fotos en primera plana. Como imprimían sus periódicos, el lado positivo era que proporcionaron ingresos a las imprentas.
Todo cambió, porque el portentoso avance en la tecnología de la comunicación acogió a numerosos sedicentes periodistas, y muchos más se improvisaron como periodistas, pero no mejoraron los contenidos de sus medios digitales, por lo que si no consiguieron lectores con los que imprimían, tampoco lograron seguidores o visitas en sus portalitos, desaprovechando la posibilidad que ofrecen las redes de redes para aportar al universo de la información y el análisis. Y las imprentas dejaron de tener ingresos.
Y si antes recibían escasa publicidad, ahora obtienen menos, y mantienen el autoengaño de que son periodistas. Y pueden conseguirlo, pero para ello se requieren autocrítica y condiciones, que muchos no tienen, ni les interesa adquirir.