*Llegó al gobierno estatal en la década del 80 del siglo pasado.
De la redacción
Los viejos periodistas recuerdan que Marcela González Salas y Petriccioli llegó a desarrollar actividades políticas y administrativas durante la campaña de Alfredo del Mazo Maza. Era muy joven, pero vehemente en el desempeño de las tareas proselitistas que le encomendaban. Provenía de una familia acomodada. Un tío suyo había sido director general de la que ahora es el Banco de México y titular de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP).
Se asimiló muy rápido a la política y el servicio público estatal, y con los intereses de la entidad. Desarrolló actividades administrativas en Ecatepec, en donde su esposo fue diputado local, federal y alcalde. Su orígen económico y social no le dificultó identificarse con la gente humilde.
Su condición de servidora pública enérgica, decidida y decidida la mostró, recuerdan los periodistas, cuando ocupa el Instituto antecedente de lo que ahora es la Secretaría de Cultura. Al asumir el puesto se encontró en la nómina a numerosas personas que se decían intelectuales y cobraban cada quincena, pero nunca se presentaban a laborar.
En realidad, no tenían obra estética que mereciera una beca: eran verdaderos vivales y vulgares “aviadores”, que vivían del presupeusto y actuaban como grupo para intimidar a las autoridades del Instituto y mantener sus ingresos ilícitos. González Salas decidió exigirles que cumplieran los horarios por los que cobraban. Colaboradores le recomendaban que dejara los cosas como estaban, para evitarse problemas de inconformidad.
Mantuvo su decisión y, efectivamente, le hicieron una campaña de desprestigio, pero incurrieron en el error de denunciar que los habían corrido injustificadamente, a lo cual la funcionaria aclaró que no corrió a nadie, sino simplemente les pidió que desquitaran lo que ganaban y cumplieran los horarios estatales.
Los vivales cesaron su campaña y no aceptaron trabajar, porque para ellos ganar un sueldo laborando como lo establecen las leyes, no tenía sentido, si eran grandes intelectuales mexiquenses. Lo que valía la pena era cobrar sin trabajar. No doblegaron a González Salas, quien con decisión y valor se expuso a la inconformidad y logró liberar recursos presupuestales que se llevaban los vivales, porque cobraban también aguinaldo, vacaciones y en el colmo del cinismo, primas vacacionales. Eran unos verdaderos zánganos.