COORDENADAS POLÍTICAS
MACARIO LOZANO R.
LOS ATAQUES AL GOBERNADOR DEL MAZO Y EL
CINISMO DE “ALITO”: TAMBIÉN PERDIÓ SU ESTADO
Entre las cerca de 50 facultades que la Constitución mexiquense confiere a los titulares del Poder Ejecutivo del Estado no está la de hacer ganar a su partido y los candidatos o candidatas que postule, y mucho menos la de desviar fondos públicos para financiar sus campañas electorales o utilizar la infraestructura institucional para el mismo fin. Tampoco está entre sus obligaciones intervenir facciosamente en la lucha de los partidos políticos, para que triunfe el suyo.
Este marco constitucional y legal no puede ser violentado, como de hecho lo exigían los dirigentes de los partidos PRI, PAN y PRD, porque lo que sostuvo el dirigente del primero, Alejandro Moreno Cárdenas, de que “dentro de la ley pudo respaldar a la candidata Alejandra del Moral Vela para que triunfara”, es una prueba más del cinismo y propensión a delinquir, si eso les permite ganar una elección, que caracteriza todavía a una gran parte de las cúpulas partidistas opositoras. Los servidores públicos, como tales, desde los presidentes de la República, gobernadores de los estados y presidentes municipales sólo pueden hacer lo que les permite la ley. Intervenir en procesos electorales no está autorizado y sí, constituye un delito electoral, ahora calificado de grave.
Así de clara está la definición del marco de actuaciones de los servidores públicos, desde el más modesto hasta el más encumbrado. Y sólo la distorsión en el análisis, producto de muchas décadas de antidemocracia y de intereses mercenarios de los medios informativos y la mayor parte de sus periodistas pudo arraigar la idea de que los gobernadores deben perpetrar fraudes electorales para hacer ganar a candidatas y candidatos de su partido y, peor aún, a considerar que si un gobernador no viola la Constitución Local y no desvía fondos públicos, comete una traición a su organización política. Eso es cinismo puro y una posición antidemocrática y facciosa también del universo periodístico mexicano.
En esto destaca el dirigente nacional del PRI, Alejandro Moreno Cárdenas, quien acusa de traición al gobernador Alfredo del Mazo Maza, por no involucrarse en el proceso para elegir a la gobernadora. En el colmo de la desvergüenza, lo condena por haber actuado democráticamente, como beben hacerlo todos los servidores públicos de todos los partidos. Pero por si fuera poco, el representante del priismo nacional no se detiene a pensar que su propio desprestigio -Moreno fue denunciado de corrupción, enriquecimiento ilícito y “lavado de dinero”- perjudicó a del Moral Vela, quien tampoco podía impedir que apareciera junto a ella y se le asociara con el fenómeno de la corrupción, cuyo combate era una de las principales banderas de su adversaria Delfina Gómez Álvarez.
“Alito”, como le gusta que le digan, cuya carrera política la inició como porro en la Universidad pública estatal de Campeche, tampoco es ejemplo de gobernador electoralmente eficaz. Perdió la gubernatura de su estado, del que era mandatario con licencia y dirigente nacional del PRI, con la agravante de que el abanderado para relevarlo era un sobrino muy querido por él. El candidato familiar y protegido de Cárdenas Moreno no sólo fue derrotado, sino que, pese a los votos adicionales del PAN y el PRD, fue relegado hasta el tercer lugar y derrotado por la abanderada de Morena y el del Movimiento Ciudadano.
Habría que señalar más bien la ingenuidad de del Moral Ávila, quien con los antecedentes de Moreno Cárdenas en su natal Campeche, llegó a creer que podía ayudarla a ganar la gubernatura mexiquense, sin contar que el PRI no había ganado un sólo estado con Moreno Cárdenas y que el de Durango fue un regalo del PAN. Si “Alito” no pudo hacer ganar a su sobrino en la entidad federativa de la que era gobernador con licencia y su partido se alió con el PAN y el PRD, además de que el candidato priista era su sobrino, cómo podía contribuir al triunfo de la priista mexiquense. Y jamás hizo una autocrítica.
Lo que debió haber hecho el político del sureste era desaprobar el desempeño del Mazo Maza, cuando percibió que era insatisfactorio para la población y podía mejorarlo, pero no incurrir en el cinismo de criticarlo por haber actuado en forma democrática.