*La situación que enfrentará el mandatario será compleja.
De la redacción
Un escenario riesgoso y nefasto para la democracia guatemalteca han generado la oligarquía criolla y la ultraderecha guatemaltecas, las cuales a pesar de haber sido aplastadas en las urnas en la primera vuelta y ser derrotadas en la segunda vuelta de la elección presidencial, intentan impedir con maniobras facciosas que el triunfador y presidente electo, Bernardo Arévalo de León asuma el cargo el 14 de enero.
El próximo gobernante milita en la corriente democrática y progresista de Latinoamérica, y nadie le concedía posibilidades de pasar a la segunda vuelta, porque las encuestas sobre preferencias electorales (manipuladas, por lo visto) lo ubicaban en el sitio 11 de más de 20 precandidatos.
Esa posición lo puso a salvo de una campaña en su contra. Las favoritas para pasar a la segunda vuelta eran la liberal Sandra Torres y la ultraderechista Zury Ríos, hija del sanguinario dictador Efrén Ríos Montt, pero el Movimiento Semilla de Arévalo recibió un inesperado respaldo popular. Pasó a la segunda vuelta, donde aplastó a Sandra Torres. Obtuvo casi el 61 por ciento de la votación.
Todavía no se oficializaban los resultados de las urnas cuando ya la ultraderecha, de la cual forman parte los sectores militares golpistas, comenzaron a tratar de descalificar el triunfo de Arévalo, pero no lo consiguieron. Lograron, en cambio, que la justicia penal y niveles inferiores de la electoral cancelaran el registro del Movimiento Semilla y declararan independientes a los 7 legisladores del partido y a los 14 que asumirán sus funciones el 14 de enero próximo, junto con el mandatario electo.
Arévalo de León es hoy un presidente electo sin partido y sin diputados, en una peligrosa fragilidad política frente a una oligarquía criolla, la ultraderecha partidista y los sectores militare golpistas, quienes no quieren que asuma el cargo o destituirlo con su mayoría legislativa y sus instituciones facciosas.
La posición del izquierdista es más débil y comprometida que la que padeció Pedro Castillo en Perú, lo que preocupa a la izquierda latinoamericana, pues en Perú no se respetó la voluntad popular y en forma anticonstitucional, sin juicio político previo, se destituyó y encarceló al presidente Castillo, y la ultradercha y oligarquía guatemalteca son más propensas al golpismo y la dictadura que las peruanas.