*Agente de tránsito de Toluca chocan un auto popular, y negó que lo hubiera hecho.
De la redacción
Los agentes de tránsito están para evitar “embotellamientos”, agilizar el tránsito y prevenir accidentes, además de infraccionar a quienes violen las normas para la circulación de automotores en las calles de las ciudades. Esa es su función en cualquier zona urbana.
En Toluca, en el más puro surrealismo, kafkiano e ilógico, una pareja de agentes viales, como les gusta que le digan, chocaron a un vehículo particular. En la subida de la Avenida Pino Suárez, cerca del Paseo Matlatzincas, no pudieron seguir su marcha. No se supo si se paró el motor, o apenas andaban aprendiendo a conducir, porque lo ocurrido sólo le pasa a los conductores novatos.
En lugar de evitar accidentes, ocasionaron uno. Y para acentuar el surrealismo, en vez de cumplir con su obligación de evitar el entorpecimiento de la circulación, generaron, un descomunal caos vial en una amplia zona de la ciudad.
Lo kafkiano no quedó ahí, porque el policía de tránsito que chocó al vehículo particular, negó que él hubiera ocasionado el percance, cuando todos los conductores afectados por lo ocurrido presenciaron cómo la unidad policiaca está pegada sobre la defensa del otro auto.
En un escrito del afectado, dirigido al alcalde Raymundo Martínez Carbajal, narró que circulaba por la avenida citada, cuando vio que una patrulla venía de reversa hacía su vehículo, y que otra agente de tránsito intentaba inútilmente de detener al automotor propiedad del ayuntamiento.
La situación se puso riesgosa, porque la unidad policiaca bajaba en reversa, en sentido contrario al de la circulación, con la oficial de tránsito luchando por detener la marcha, sin lograrlo.
El afectado le gritó a la policía de tránsito para que se hiciera aun lado, porque la patrulla la iba a “prensar” contra el automotor particular. Obedeció y así evitó un accidente mayor, pero la patrulla, sin control, impactó al otro vehículo.
Ya entrado en gasto surrealista, el policía que conducía la patrulla negó haber ocasionado el accidente. No reconoció su culpa, y la oficial que llevaba de copiloto, una de cuyas funciones es infraccionar a conductores que violan las disposiciones reglamentarias aplicables, no sancionó a su pareja, pero presenció todo y corrió el riesgo de ser lesionada de seriedad.
Como dicen los adultos mayores, el oficial, cuyo nombre y número de placas conoce ya el alcalde Martínez Carbajal, porque le fue narrado en el escrito, “puso la boca dura”. Negó que hubiera golpeado al otro vehículo, y por lo mismo, se negó a pagar los daños, no cuantiosos. Dijo que tampoco traía dinero y no se identificó.
El conductor particular batalló, porque el infractor no traía el gafete, que por obligación debía portar en un lugar visible del uniforme. También dijo que no traía este documento de identificación, pero al final lo mostró. Y tampoco se interesó en conocer si la víctima estaba bien o había sufrido algún daño por el golpe. Todo kafkiano y surrealista.