*La posición de continuidad con cambio puede incluir retrocesos en objetivos.
De la redacción
La oposición carece de posibilidades de ganar la elección presidencial, aún con Xóchitl Gálvez, y no mejorará su posición de aquí a junio del próximo año. En este sentido, Morena no estará en riesgo de perder esa jornada de votación, pero al triunfar, sí, lo correrá de moderar o abandonar sus objetivos estratégicos, según un análisis de “El Espectador”.
Todo dependerá de quiénes integren el gabinete de Claudia Shenbaum, y desde ahora gente impresentable del PRI y el PAN busca sumarse a su campaña. La ex jefa de Gobierno de la Ciudad de México es izquierdista pura, pero no tiene arraigo popular como el del presidente López Obrador, y correr el riesgo de no detectar a tiempo y descartar a corruptos como colaboradores.
Más allá de sus méritos propios y su ideología definida, triunfará por el alto respaldo social que gozan los objetivos de la cuarta transformación, el fuerte liderazgo social, político, electoral e institucional del mandatario, y por la caída de Xóchitl Gálvez, a quien todo el apoyo mediático faccioso no pudo sostener en las simpatías de los mexicanos, como lo creía su mentor Claudio X. González. Se desinfló.
Las dudas en Morena son sobre si Claudia Sheinbaum, como presidenta, resistirá las presiones de la ultraderecha empresarial, de su poder fáctico mediático y de sus brazos electorales, empeñados en recuperar sus privilegio perdidos, coincidieron en advertir colaborares de “El Espectador”.
Estos factores reales de poder habían fundado en Ricardo Monreal Ávila sus esperanzas de recuperar privilegios y someter, como los tres anteriores sexenios, al Ejecutivo Federal para apropiarse de fondos y recursos públicos y continuar enriqueciéndose hasta el insulto con actos de corrupción y a costa del bienestar general del pueblo mexicano.
En su estrategia alentaron las ambiciones del político zacatecano, pero con ello lo hicieron perder la confianza del morenismo y simpatizantes de la cuarta transformación, Ya con estas circunstancias, se anularon sus aspiraciones. El legislador habló de reconciliación con los adversarios: eso lo perdió.
Su posición conciliadora y sus vínculos con detractores del presidente López Obrador, más su zigzagueo en el desahogo de iniciativas importantes le hicieron perder la confianza e interés también de la oposición que, al final, lo desechó como posible abanderado de “Va por México”. Eso explica el cambio de postura y su compromiso de permanecer en Morena.
Perdida la posibilidad de que Monreal Ávila ganase la candidatura y la presidencia, que les hubiera permitido recuperar privilegios, las mismas fuerzas apostaron al surgimiento de una especie de Lenín Moreno mexicano; es decir, alguien quien, como el ecuatoriano, abandonara parcial o totalmente las causas progresistas y les devolviera lo perdido. Ese perfil lo ubicaron en Marcelo Ebrard Casaubon.
Lenín Moreno participó en el Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR) de Ecuador, y en 2006 esa organización lo propuso como candidato a vicepresidente, con Rafael Correa a la cabeza. En 2007 asumieron los cargos y fueron reelectos en los cargos. Después trabajó para la ONU.
Para 2017 y apoyado por el liderazgo de Correa, ganó en segundo vuelta la presidencia. Pero una vez en el cargo se entregó a los grandes empresarios y cedió al chantaje del poder fáctico mediático, abandonando la política social de Rafael Correa. Se derechizó y sometió a Estados Unidos, como lo prueba la expulsión de Julián Assange de la embajada de Ecuador en Londres.
La salida de Ecuador de la ALBA y UNASUR, integrada por países progresistas y la persecución contra Rafael Correa ilustran la traición de Lenin Moreno, y algo similar buscaba la ultraderecha mexicana con Ebrard, pero no lo logró. Ahora sólo le queda infiltrar a Morena y al equipo de Sheinbum.