*Postura radical del ex canciller lo exhibe como lo que es: un oportunista político.
De la redacción
En noticieros televisivos de periodistas opositores a la cuarta transformación, cuyo apoyo en la lucha interna, precisamente, le restó respaldo al interior de Morena, Marcelo Ebrard reveló que entre las condiciones que puso y exige a ese partido destaca la de que a quienes lo apoyaron en el proceso para elegir al coordinador a nivel nacional sean reconocidos como la segunda fuerza interna; es decir, como una fracción y, por definición, una división del partido.
Dicho de otra manera, en los hechos pide restaurar, en abierta violación a los estatutos partidistas, los grupos y corrientes internas que existieron en el PRD, y que lo condujeron a su casi desaparición. El ex jefe de Gobierno del Distrito Federal y ex secretario de Relaciones Exteriores tuvo que contradecirse, porque en un momento públicamente declaró que ya no tenía cabida en Morena.
Había antepuesto sus ambiciones personales a los intereses de Morena y los objetivos de la 4T, porque su descontento fue porque perdió frente a Claudia Sheinbaum, lo cual hace tiempo ya se esperaba y así lo anticiparon durante meses las encuestas publicadas en los diarios de cobertura nacional. Nadie a parte de él, sus cercanos y los enemigos de la 4T esperaba su triunfo.
Coqueteó con buscar la candidatura presidencial en otro partido, y no descartó ser abanderado del Frente Amplio por México, y en fanfarroneo con que de todos modos su nombre y apellidos aparecería en las boletas de esa elección, pero de todo ello se olvidó al comprobar que no tendría futuro en la política nacional fuera de Morena.
Llegó a condicionar su militancia en Morena a que le dieran el 26 por ciento de las candidaturas para su grupo, lo que en la práctica se traduciría en la presencia de un pequeño partido dentro de Morena. Ha sostenido que Claudia Sheinbaum le ofreció respetar las aspiraciones de sus seguidores, pero no precisó si eso indica que los hará candidatos.
En un alarde de contorsionismo político, aseveró que el perdedor no fue él, sino Mario Delgado Carrillo, porque al aceptarle Sheinbaum sus condiciones, aquel perdió la línea que representa el dirigente nacional, y reiteró que ahora será candidato presidencial en el 2030. No renuncia a sus ambiciones.