*El embajador Luis I. Rodríguez llegó a sacar una pistola contra esbirros de Franco.
De la redacción
(Segunda y última parte)
En 1940, cuando ya Adolfo Hitler había invadido Francia, Luís I. Rodríguez era embajador de México en ese país, donde estaban refugiados miles y miles de españoles republicanos, derrotados en la guerra civil por Francisco Franco.
Los españoles, según el historiador José M. Muriá, corrían riesgos de ser asesinados por los nazis o recluidos en campos de concentración, de donde pocos lograban salir con vida.
En la embajada mexicana se protegía Manuel Azaña Díaz, último presidente de la Segunda República Española, y el agregado político de la dictadura franquista en el país galo, Pedro Urraca y dos esbirros de Franco intentaron secuestrar a quien menos de un año antes era gobernante de España.
I. Rodríguez no lo permitió y ante las presiones de los hombres armados, sacó una pistola escuadra, cortó y les apuntó. Se le sumó el joven agregado militar mexicano, Antonio Haro Oliva, con su “45” reglamentaria del Ejército mexicano y así expusieron su vida para salvaguardar el derecho de asilo.
Azaña Díaz, un destacado intelectual que abrazó la causa republicana, falleció ese mismo año 1940, pero el embajador mexicano no permitió que los secuestraran y asesinarán, como lo había ordenado Francisco Franco.
En esa misma línea de diplomáticos mexicanos valientes se inscribe Roberto Canseco, quien como jefe de la sede diplomática en Quito, Ecuador, después de la declaratoria de “Persona non grata” y expulsión de la embajadora Raquel Serur Smeke, enfrentó a los esbirros del presidente Daniel Noboa, quienes tomaron por asalto la sede diplomática mexicana y secuestraron al ex vicepresidente Jorge Glas.
A diferencia de Luis I. Rodríguez, Canseco estaba desarmado, pero con valentía intentó impedir el paso al grupo armado. La superioridad numérica y la ventaja del armamento de alto poder se impusieron.
El diplomático mexicano fue maltratado físicamente, amenazado con las armas y tirado al piso, pero hasta el último segundo de la presencia de los secuestradores en la embajada protestó y reclamó la agresión a de inviolabilidad de la sede diplomática y al derecho de asilo.
En condiciones más riesgosas para su vida, Gonzalo Martínez Corbalá, impidió que la soldadesca de Augusto Pinochet ingresara a la representación diplomática de México en Chile, ubicada en Santiago.
Pocas horas después del golpe militar y la muerte del presidente Salvador Allende, muchos partidarios y funcionarios del gobierno derrocado intentaron ingresar a la embajada. Eso libró de la tortura y la muerte de muchos cuadros valiosos de la izquierda chilena.