*La elección presidencial de los EE. UU. es un asunto prioritario para nuestro país.
De la redacción
Los republicanos sostienen que el debate de la semana pasada lo ganó ampliamente Donald Trump, lo hicieron desde el primer segunto de terminada la transmisión televisiva. Miientras los demócratas, por su parte, aseveraban que el triunfador era el presidente que busca su reelección, Joe Biden. Lo cierto es que el perdedor fueron los Estados Unidos, por carecer de grandes prospectos para conducir sus destinos con eficacia, en un mundo en el cual el vecino país del norte pierde terreno comercial y político frente a China.
Biden se mostró afectado por la edad, con lentitud en las reacciones frente a las agresiones y mentiras de Trump. Éste, a su vez, pareció un cavernícola en un concierto sinfónico. Su rostro desfigurado y un comportamiento irrespetuoso para el adversario. Le llamaba “individuo”, “tipo”, y advirtió que si él pierde, el demócrata terminará de destruir al país.
Biden no pudo superar su imagen de hombre senil, inclusive frágil física y mentalmente, pero Trump tampoco estuvo brillante, y mostró su naturaleza xenofóba, racista, mentirosa y calumniadora de los migrantes, a quienes insistió en llamarlos asesinos, violadores, salidos de las cárceles, dementes y traficantes de drogas.
Biden y Trump evidenciaron en forma cruda la aridez en materia de liderazgos de una potencia económica, militar y tecnológica. La propia edad de los dos aspirantes presidencial puso de manifiesto la ausencia de políticos jóvenes, preparados, brillantes, con capacidad para resolver los graves problemas de la vecina nación.
Dicha edad preocupar a los estadounidenses. Trump es un presuntos delincuente fiscal y patrocinador de un fallido golpe de Estado, tiene 78 años; Biden, 81. Entre los dos acumulan nada menos que 159 años. No encontró Estados Unidos liderazgos jóvenes, con todo lo que ello implica en términos de desventaja frente a los otros polos o centros de poder, especialmente al representado por el gigante asiático.
En estas condiciones, gane quien gane la elección presidencial del 5 de noviembre, estará muy lejos de lo que necesita Estados Unidos en la conducción de su destino. Y esta situación pasó desapercibida entre los analistas políticos estadounidenses, quienes centraron sus reflexiones sobre el presunto fracaso de Biden, no en la carencia de grandes liderazgos que padece la vecina nación del norte, que es lo más grave.
No resulta tranquilizador para México comprobar que uno de esos dos políticos muy medianitos será el presidente de la todavía primera potencia mundial, con la que tenemos una frontera de 3 mil 180 kilómetros, ni que con quien gane deberá lidiar la próxima presidenta, Claudia Sheinbaum Pardo.