*A nadie le parece preocupar el bajo nivel y calidad de juego de la LigaMX.
De la redacción
Otra vez la eliminación del seleccionado nacional de fútbol de la Copa América generó un escándalo. La exigencia de cronistas deportivos de una renuncia y hasta casi pena de cárcel para el entrenador Jaime Lozano es excesivamente simplista y sesgada. Son ignorantes aun en su condición de especializados en deportes, o defienden intereses inconfesables, pero es claro que el director técnico no es el único, ni siquiera el principal culpable de la mala calidad del equipo representativo del balompié mexicano.
El seleccionado acumuló otro fracaso más, pero no inauguró la larga lista de fracasos. Quedó a la orilla del camino al empatar con Ecuador y ganar sólo 4 puntos de 9 posible. Lo peor fue que en 300 minutos de partidos, incluyendo los 6 tiempos de compensación, sólo pudo anotar un gol, con el que derrotó a Jamaica, su único triunfo en la competencia que se desarrolla en territorio de Estados Unidos.
Perdió también por la mínima diferencia ante Venezuela, y rescató el otro punto conseguido ayer frente a los ecuatorianos. No se necesita ser experto en este deporte para entender que no se puede superar una fase de grupo si sólo se anota un gol en tres partidos, pero menos puede avanzarse si en 300 minutos no se consiguen al menos dos tantos.
La selección no ha progresado en los últimos 15 ó más años, mientras equipos de la región CONCACAF a la cual pertenece lo hicieron, y por eso ya no los golea nuestra selección y hasta se dan el lujo de ganarle o empatarle y, como ocurrió con la Copa América, eliminarla, porque no hay muchos buenos jugadores, de lo cual no es el único culpable el entrenador.
Los directamente responsables de la falta de muchos futbolistas de calidad son los dueños de los equipos. A ellos le corresponde elevar el nivel individual y colectivo de, primero, los jugadores de sus clubes y, después y como consecuencia, de la selección nacional. En el país hay millones de adolescentes con grandes facultades para destacar en el fútbol profesional, pero no son aprovechados, porque lo que les importa es el tráfico de influencia en favor de sus otras empresas ajenas al balompié, lo que no se dice cuando se condena el pobre desempeño de los seleccionados.
Pueden renunciar a Jaime Lozano o confirmarlo, pero mientras a los dueños de los clubes no les interese formar grandes futbolistas, ningún director técnico hará milagros. En esto no hay soluciones mágicas, pero no se quiere entender y se sigue buscando culpables y al primero que encuentran es al entrenador, quien debe tener parte de la responsabilidad del fracaso, pero no es el único, ni el principal.