*Si Ricardo Salinas Pliego paga al fisco y a acreedores, casi quebraría.
De la redacción
Emilio Azcárraga Jean dejó -al menos temporalmente- la presidencia del Grupo Televisa, para hacer frente a una investigación en Estados Unidos por un presunto acto internacional de corrupción, consistente en la entrega de sobornos a miembros de la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA).
De acuerdo con los cargos formulados en tribunales del vecino país, Televisa corrompió a directivos del futbol mundial para que le otorgaran los derechos de transmisión de los mundiales de este deporte de 2018, 2022, 2026 y 2030.
La investigación del Departamento de Justicia de Estados Unidos generó un escándalo internacional, y los accionistas de Televisa presentaron en 2018 una demanda por pérdidas ocasionadas por la elevación artificial de las acciones, para ocultar la erogación de millones de dólares en sobornos.
Este escándalo ocasionó en 2017 la salida de Azcárraga Jean de la Dirección General de Televisa, y el 24 de octubre de este año dejó la presidencia del consejo de Administración de dicha empresa, la más grande en español, del mundo. En ambas ocasiones esas medidas afectaron el valor de las acciones de Televisa. Este año, del 8.96 por ciento en la Bolsa Mexicana de Valores (BMV) y del 9.75, en la de Nueva York, con riesgo de seguir la pérdida.
No tuvo buenos resultados el pago de 95 millones de dólares a los accionistas, como se esperaba, y las investigaciones encargadas al Buró Federal de Investigaciones (FBI) por sus siglas en inglés, continúan.
Televisa progresó cuando tuvo acceso a los fondos públicos con distintas modalidades, entre ellas, el perdón fiscal, que en el sexenio de Enrique Peña Nieto representó el perdón del pago de impuestos sobre ganancias por 18 mil millones de pesos, pero declinó cuando se cancelaron esos beneficios, y ya no volvió a ser la misma. Sus dueños no son buenos empresarios sin apoyo gubernamental.
Es el mismo caso del dueño de la segunda cadena nacional de televisión, Ricardo Salinas Pliego, un empresario mediano hasta 1987 y enriquecido hasta ingresar a las listas de Forbes de los más ricos del mundo, impulsado por Carlos Salinas.
Debe recordarse que Salinas Pliego compró en 50 millones de dólares la cadena de televisión del gobierno, ahora Televisión Azteca, y que ese dinero se lo prestó Raúl Salinas de Gortari, hermano del entonces presidente, lo cual generó la sospecha persisten aún, de que fue prestanombres del mandatario.
Construyó una inmensa fortuna con el tráfico de influencia, pero el ritmo de su enriquecimiento disminuyó cuando ganó la presidencia Andrés Manuel López Obrador, y su prepotencia y ensoberbecimiento llegó a tanto que no pagó impuestos y defraudó a inversionistas estadounidenses quienes lo demandaron por cientos de millones de dólares, además de adeudar al fisco, por falta de pago de impuestos, multas y recargo, por 65 mil millones de pesos.
Si paga lo que debe, su fortuna se reduciría notablemente, porque sus acciones están devaluándose, prueba de que tampoco es buen empresario. Estos dos casos prueban que los enriquecidos durante el período neoliberal lo hicieron mediante el saqueo del erario y no por ser buenos empresarios, como sí lo son cientos de miles que no están en la lista de Forbes, porque son honestos y pagan sus impuestos.