*En medio de las controversias, Trump evita temas primordiales de la agenda norteamericana.
Augusto L. Robles
(Primera parte)
Un día sí, y otro también, el presidente electo de los Estados Unidos de América Donald Trump encuentra la manera de colarse en los medios con declaraciones estridentes, majaderas y con alta carga de soberbia. Lo mismo dice que quiere recuperar el Canal de Panamá, comprar Groenlandia y anexarse Canadá, que renombrar el Golfo de México o iniciar una guerra arancelaria con sus principales socios comerciales (de EE.UU., no de Trump).
Tratándose, como se trata, de un personaje muy cercano al mundo de la farándula, el espectáculo y el entretenimiento, uno puede comprender que muy probablemente son estrategias publicitarias que si bien no tienen nada de falsas (lo que dice lo pretende, aunque no lo cumpla), tampoco abordan los grandes problemas que enfrenta la vecina nación.
A escasos doce días de que tome posesión como presidente de los United States of America (USA), muy poco se sabe de la agenda que seguirá para abordar los graves problemas a los cuales se enfrenta su nación, entre ellos dos temas centrales para la seguridad mundial: Ucrania e Israel.
Del primer tema, su promesa de solucionar en un día el conflicto es a todas luces incumplible. Más aún, una negociación con Rusia no tiene sentido en estos momentos pues no hay nada que los EE.UU. puedan ofrecer y que los rusos consideren confiable, ni los ucranios tienen alguna carta de negociación, militar, política, económica; es más, si atendemos la información que proviene del lado ruso, para ellos Zelensky no es un presidente legítimo, y por lo tanto no negociarían con él, antes tendría que definirse una nueva y legítima autoridad para Ucrania (ya se menciona que Zelensky analiza la posibilidad de competir por un segundo término, claro, sin señalar que hace siete meses que terminó el primero y se ha mantenido en el poder sin fundamento jurídico).
En esas condiciones, Trump no podrá cumplir uno de sus promesas estrella de los últimos años: acabar con el conflicto en Ucrania. Lo mejor que se puede esperar es que reduzca al mínimo el apoyo de su país al régimen ucranio, y que la guerra siga su curso hasta el inevitable fin: la derrota de Zelensky y Ucrania, en los próximos meses, quizá incluso antes del próximo invierno boreal; es decir, Trump no tiene nada que hacer en este tema, ni los Estados Unidos son el fiel de la balanza o quienes tengan la última palabra, y reconocer esto equivale a aceptar que el poder e influencia de dicha nación se han erosionado a niveles mínimos históricos y ello es un gran golpe para la imagen de la primer potencia militar del planeta.
Del otro lado tenemos el caso de Israel… (Continuará)