*Era el menos idóneo para un cargo diplomático en el principal socio de USA.
De la redacción
Los nombramientos de colaboradores de primer nivel del próximo presidente de Estados Unidos, Donald Trump dejan la impresión que les fueron propuestos por sus enemigos, dado el perfil contrario del que requiere Estados Unidos en la actualidad.
“El Espectador” ha difundido los resultados de análisis de expertos sobre las diversas áreas de la próxima administración estadounidense, y en la mayoría de los casos sus colaboradores reúnen características suficientes para agravar los delicados problemas, y confrontar a la potencia económica y militar hasta con sus aliados.
En el caso particular de las relaciones bilaterales de Estados Unidos con México, la designación de Ronald Johnson como embajador en nuestro país, todos los especialistas en temas internacionales la consideran un desacierto.
No se piensa que sea el propósito de Donald Trump, pero esa designación parece una abierta provocación a México y los mexicanos, sostuvo Leoncio Mata Zárate, uno de los editorialistas de “El Espectador”.
Tampoco se trata de que no haya ocupado una embajada en un país como México, el principal socio comercial de la vecina nación del norte, sino que “su historial y perfil son de un injerencista en asuntos de otros países, especialista en espionaje, contraespionaje y operaciones militares encubiertas”, recordó.
Un claro ejemplo de ello es sus actuaciones en El Salvador. En la década de los ochenta, como destacado cuadro de las fuerzas militares estadounidenses de élite conocidas como “Boinas Verdes”, fue asesor del gobierno de ese país centroamericano en la lucha contra la guerrilla del “Frente Farabundo Martín de Liberación Nacional” (FMLN).
Formó parte de los contingentes estadounidenses que participaron en operaciones de combate encubiertas en esa guerra civil, contra el movimiento armado. El apoyo militar de Estados Unidos evitó el triunfo del Frente y equilibró la correlación de fuerzas bélicas, que finalmente condujeron a los acuerdos que pusieron fin al conflicto, en cuyas negociaciones México jugó un papel de primer orden.
Ronald Johnson volvió a El Salvador como embajador; es decir, de militar injerencista en la guerra civil, a diplomático. El cambio de estatus no modificó su naturaleza injerencista y fue el artífice de la estrategia del derechista presidente salvadoreño Nayib Bukele contra la delincuencia, mediante graves violaciones a los derechos humanos, con encarcelamientos masivos y centros de reclusión como campos de concentración.
Johnson se retiró del ejército estadounidense en 1988 con su actual grado de coronel, pero no se fue a su casa descansar, sino ingresó a la CIA en un cargo de jerarquía, pero su vocación militar e intervencionista estuvo en operaciones secretas, en el marco de las invasiones estadounidenses en Irak y Afganistán. Antes estuvo en los Balcanes. Con esos antecedentes llegará a México como embajador de Estados Unidos.