*El nuevo secretario de Estado, Marco Rubio, no ha tocado el tema.
De la redacción
Para resolver un problema, la primera condición es conocerlo y reconocerlo. Sin ese principio las medidas resultan ineficaces. Y peor cuando se finge desconocerlo, como está ocurriendo en Estados Unidos con la adicción a las drogas de millones de sus jóvenes y adultos.
Las declaraciones de Marco Rubio, previas a asumir hoy su cargo de secretario de Estado en el gobierno de Donald Trump y las opiniones de éste sobre el tema que ocasiona más de cien mil muertes al año por sobredosis, muestran claramente ignorancia sobre la raíz del fenómeno.
De la misma forma sería muy grave que se estuviera fingiendo desconocimiento sobre que el tráfico, almacenamiento, distribución y venta al menudeo de drogas en el territorio estadounidense corre por cuenta de delincuentes del vecino país.
Estudios de expertos en el tema aseveran -y es altamente creíble- que los grandes beneficios que arroja la venta de drogas al menudeo se quedan en un 72 por ciento en el propio Estados Unidos, donde se “lavan esas enormes ganancias” por parte de las grandes corporaciones bancarias y específicamente por el capital financiero global, con sus principales despachos en los lujosos edificios de Nueva York.
Y esos poderes fácticos, que imponen las políticas generales y particulares a los gobernantes estadounidenses, son intocables. Tienen autorización implícita de incorporar al circuito internacional del dinero cientos de miles de millones de dólares producidos por el mercado criminal de las drogas en el territorio estadounidense.
Pero el poder que concentran es tal que les permite a estas corporaciones beneficiarse de una actividad ilícita que ocasiona más de cien mil muertes al año de jóvenes, por sobredosis, ante la indiferencia o complicidad de las autoridades del vecino país.
En cambio, personajes como Marco Rubio, descendiente de cubanos que dejaron ese país y se asentaron en Miami, Florida, atribuyen el problema de la drogadicción y muertes exclusivamente a los narcotraficantes latinoamericanos y especialmente a los mexicanos, a quienes intentan o tienen como opción declararlos terroristas, para poder capturarlos o asesinarlos en territorio mexicano, mediante tropas de allá.
Para nada aluden a los verdaderos capos globales que despachan desde las grandes ciudades estadounidenses, por lo que con ese desconocimiento real o simulado, el problema que enfrenta Estados Unidos en este tema seguirá, porque sus autoridades permitirán la operación de los verdaderos capos suyos, de alcance mundial.
Los gobiernos anteriores tampoco combatieron las adicciones, y mucho menos pusieron en marcha programas de prevención, como si deliberadamente priorizaran las ganancias ilícitas de sus banqueros y financieros globales, a costa de más de cien mil muertos y millones de adictos, dejados socialmente inútiles. Desafortunadamente parece que ese camino seguirá el gobierno de Donald Trump.