*Del “Manifiesto Comunista” sólo se conocen la primera y la última línea.
El año pasado se cumplieron 150 años de la publicación del primer volumen de “El Capital” (1867), la obras cumbre del genio que fuera Carlos Marx (1818-1883) y su amigo, casi hermano, Friedrich Engels (1820-1895).
Y el día 21 del próximo mes se cumplirán 170 años de la publicación de la obra más famosa de ambos pensadores alemanes revolucionarios: “El Manifiesto Comunista” (1848), citado con frecuencia, pero sin haber sido leído. Si éste texto es desconocido por la casi totalidad de la población, del primero ni siquiera tiene idea de que se trata.
Puede explicarse el desconocimiento de “El Capital”, por tratarse de un trabajo para especialistas, pero no el de “El Manifiesto Comunista”, redactado y traducido a todos los idiomas en un lenguaje sencillo, accesible para quienes estuvo dirigido: los obreros.
Los 150 años de “El Capital” pasaron desapercibidos en México. En el mundo académico y especialmente en el universo de los economistas, se conmemoró el hecho con foros, discusiones y debates sobre las teorías económicas del considerado por ensayistas como el “mayor pensador del segundo milenio”, pero las discusiones y el conocimiento generado no trascendieron el círculo de los expertos.
Hay coincidencia en señalar a Marx -sociólogo, historiador, filósofo, economista, ideólogo, periodista, comunista y revolucionario- junto con Max Weber y Emile Durkheim como los padres de las modernas ciencias sociales, particularmente de la economía, la sociología y la historia.
Esa dimensión intelectual, de sabio, de Carlos Marx, explica el hecho de que el genio de su amigo Engels no tenga el debido reconocimiento. La luminosidad del primero no dejó brillar, como debió, al segundo.
En los foros no sólo se examinaron las teorías marxistas sobre la plusvalía (salario, precio, ganancia), valor de uso, valor de cambio; el tiempo de trabajo no remunerado que se convierte en ganancia del capitalista y explica la acumulación del capital; la de la alienación del trabajador, sino también las de la lucha de clases como motor del desarrollo de la humanidad; la de la explicación del mundo mediante el método del materialismo histórico.
Volvieron a examinarse las teorías del valor y, específicamente, de la ley del valor trabajo, la de la reproducción de la fuerza de trabajo, la de las superestructuras (instituciones, sistemas de ideas, creencias de las sociedades, doctrinas, identidades, religión, moral, hegemonía cultural) al servicio de la clase dominante, además del aparato represivo. Se recordó su sentencia de “La religión es el opio del pueblo”, y la propiedad de los medios de producción.
De la misma forma se recordó aquella crítica de Marx a los filósofos quienes a lo largo de la historia han interpretado al mundo, cuando de lo que se trata “es de transformarlo”; se habló de su confianza en el establecimiento del socialismo y posteriormente, del comunismo, con su propuesta de que en el primer caso debería darse a “cada cual según sus capacidades”; y, en el segundo, “a cada cual según sus necesidades”, de la supresión del Estado con la desaparición de las clases.
Con todo, se presentaron críticas a algunas de las ideas del sabio alemán; sobre todo, por examinar a fondo sólo las condiciones económicas, políticas e históricas de los regímenes de los países europeos, pero desconocer cuanto pasaba en el continente americano, salvo en los Estados Unidos. No obstante, nadie le negó la grandeza al pensador alemán.
Discusiones entre conocedores del tema, la población en general no se enteró de que en 2017 se cumplieron 150 años del capital, ni da muestras de interés por recordar los 170 años de la publicación de “El Manifiesto Comunista”.
De este llamamiento a la clase obrera del mundo a la lucha por sacudirse el yugo de sus explotadores, y que al mismo tiempo contiene un programa de acción y objetivos precisos para concretar al triunfo de la revolución proletaria, sólo se conoce la primera y la última línea:
“Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo”. Los asalariados ni siquiera conocen lo que sigue en ese primer párrafo: “Todas las potencias de la vieja Europa se han unido en una santa alianza para acorralar a ese fantasma: el Papa y el Zar, Metternich y Guizot, los radicales de Francia y los polizontes de Alemania”, concluye esa mentada del texto.
También muy conocida es la última línea de “El Manifiesto Comunista”: “¡Proletarios de todos los países, uníos!

Politiker, D
PortrÑt
– undatiert
MANIFIESTO COMUNISTA Y REPRESIÓN EN MÉXICO
La afirmación de “un fantasma recorre Europa”…bien podría aplicarse en México al propio Manifiesto, porque sin ser conocido, ni leído en forma masiva, en la segunda mitad del siglo pasado; sobre todo, durante el gobierno diazordazista y la década de los setenta y aún en la de los ochenta, poseer y estudiar ese texto era prueba penal de que se estaba en una conspiración contra el gobierno.
Jóvenes universitarios críticos de la falta de libertades, del autoritarismo y la represión fueron acusados de sediciosos, y entre los elementos de los expedientes acusatorios estuvo el de “al momento de la captura -casi siempre ilegal- traía el Manifiesto Comunista”, o lo estaba leyendo, aunque el pequeño volumen le fuera “sembrado”.
El trabajo de Marx y Engels cumplirá 170 años el 21 de febrero (algunos insisten en que se publicó en enero), pero no se conocen preparativos para conmemorar la fecha, como se supone deberían hacerlo los partidos de izquierda.
LA EXPLICACIÓN AL SILENCIO
Esta omisión no es involuntaria, sino expresión del abandono de los objetivos de lucha que, al menos en la teoría, los partidos de izquierda mantuvieron por décadas: el establecimiento del socialismo, la lucha de clases, la dictadura del proletariado, los medios de producción en manos de los trabajadores, los cuales ahora a muchos dirigentes de la izquierda les parecen verdaderas locuras.
La combinación del desmantelamiento del campo socialista, el repliegue y derrota incluso de los gobiernos de izquierda o progresistas en el mundo y particularmente en América Latina, con la expansión de la más brutal expresión del neoliberalismo explican la “omisión” de las conmemoraciones de la publicación de las dos obras de Marx y Engels.
En la propia academia se dio este retroceso. En las facultades de economía de las universidades públicas se dejó de lado o de plano se suprimió de los contenidos programáticos de estudios la economía política marxista, en la línea del “pensamiento único” que impulsa Francis Fukuyama.