La serie de dos trabajos con el tema de la baja productividad estatal generó un mal entendido en algunos lectores de este semanario. Amigos de “El Espectador” han escrito para expresar sus opiniones sobre el problema, y desde su punto de vista, quedó la impresión de que se atribuyó a la población este mal desempeño de la economía.
Nada más alejada de la apreciación de “El Espectador” que esa de considerar a los mexiquenses improductivos por irresponsables, negligentes o faltos de calificación, habilidades y disposición al trabajo; al contrario, la población es la primera en sufrir las consecuencias de esta baja productividad, de la cual no tienen culpa alguna.
La anterior administración fue incapaz de impulsar el desarrollo económico. Es más, ni siquiera dio muestras de interesarle el tema, como lo probó con la ausencia de un plan específico, eficaz, de corto, mediano y largo plazo en esta materia, como si lo tuvieron y lo tienen los gobiernos de Querétaro, Guanajuato, Aguascalientes, para citar ejemplos.
Para progresar un país o un estado necesita el desarrollo económico: Sin esa condición no se puede avanzar en los esfuerzos por elevar los niveles generales de bienestar de una comunidad, y menos si los frutos del mal desempeño de la economía se distribuyen en forma inequitativa, como ocurre en el país y en la entidad mexiquense.
No es difícil encontrar las causas de la baja productividad estatal, pues basta con reflexionar sobre el alto índice de informalidad en el mercado laboral; es decir, el segmento de las actividades económicas antes conocidas como “economía subterránea”, en donde en promedio se produce poco por trabajador, y la fuerza laboral esta marginada de los beneficios del sistema de seguridad social y no hay pago de impuestos.
Al cierre de 2016 la población económicamente activa (PEA) estatal la componían siete millones 326 mil 392 mexiquenses, pero aproximadamente el 58 por ciento laboraba en la economía informal o en empresas legalmente constituidas, pero sin prestaciones sociales, además padecer desempleo abierto y subocupación.
Esta es la realidad objetiva: los mexiquenses desocupados no lo son por libre elección, por pereza o irresponsabilidad, sino porque no encuentran oportunidades para emplearse en las actividades productivas bien remuneradas, por lo cual no aportan al producto interno bruto (PIB) estatal, pero lo más grave es que al estar ociosos no tienen ingresos, con todas las consecuencias adversas y directas en las condiciones de vida personal y familiar.
Son víctimas de la incapacidad, ineficacia o desinterés de las autoridades para impulsar el desarrollo económico estatal, de lo cual el mejor ejemplo fue el anterior mandatario estatal, Eruviel Ávila Villegas. Y esta situación no puede justificarse por la crisis económica del país, pues aun en medio de esas dificultades progresaron Querétaro, Baja California Sur, Puebla, Coahuila, Guanajuato, Baja California, Nuevo León, Chihuahua, Sinaloa y Sonora. La economía de algunas de estas entidades federativas creció incluso a pesar de padecer altos índices de violencia criminal.