Hasta el día 15 de este mes no tenía candidato en Cuautitlán Izcalli ni Huixquilucan.

La sorpresiva renuncia del magnate Pablo Peralta García a su precandidatura como alcalde de Huixquilucan, por donde es diputado local, complicó a su partido, el PRI, el proceso selectivo de abanderados, desahogado inicialmente con pocos sobresaltos.

Peralta García, perteneciente a la familia propietaria de Industrias Unidas Sociedad Anónima (IUSA), era precandidato único y nada hacía pensar en que dejaría tirada la precandidatura que con tanta vehemencia buscó hace tres años y no pudo obtener.

Hay mucha especulación sobre las verdaderas razones de esa decisión, pero sean cuales sean, complicó el escenario interno a los mandos estatales del priísmo; sobre todo, porque al cierre de esta edición de “El Espectador” no se había resuelto lo de la precandidatura para presidente municipal de Cuautitlán Izcalli, después de la trágica muerte de quien la ocupaba, el diputado federal Francisco Rojas San Román.

El liderazgo estatal del PRI consideró factible que fuera un hijo de la víctima el precandidato y candidato, pero a mediados de la semana pasada nada se había decidido. Ese municipio fue perdido por el PRI frente a Morena en la elección para gobernador del año pasado.

En Huixquilucan el PRI es oposición, y el alcalde panista, Enrique Vargas del Villar, buscará su reelección, con altas posibilidades de lograrla. Entre las versiones extraoficiales sobre la renuncia de Peralta García destacaba que ese riesgo de perder lo habría convencido de no participar en la contienda electoral.

Sus allegados sostienen, por su parte, que de verdad el joven empresario está enfermo y se dedicará a recuperar su salud, por lo cual tampoco tiene previsto regresar a ocupar su curul local, de la que se alejó con licencia.