(Primera parte)
En recientes colaboraciones me he referido a personajes que con su labor trascendente muestran su identidad con la vida, con el ambiente. En la colaboración anterior hice mención de una mujer ambientalista Julia Carabias Lillo. Hoy la referencia es a Jorge Mario Bergoglio, mejor conocido como Francisco, el actual Papa de la iglesia católica.
En su visita que efectuó el papa Francisco a la América Latina, específicamente a la República de Chile y Perú, se expresó como un firme ambientalista, además de un critico de la transformación social desigual que han sufrido la mayoría de estos países. Fundamentalmente alertó sobre la crisis forestal de la amazonia, una Amazonia que está a punto de exterminarse como resultado de las prácticas depredadoras en países como Brasil, Colombia, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Guyana y Surinam.
En puerto Maldonado, capital del Departamento de Madre Dios, en la república del Perú, ante representantes de diversos pueblos expresó su alegría de estar ante un rostro plural, de una enorme riqueza biológica, cultural, espiritual, Y con humildad reconoció que “quienes no habitamos estas tierras necesitamos de vuestra sabiduría y conocimiento para poder adentrarnos, sin destruir, el tesoro que encierra esta región”. Riqueza natural y social que se destruye destruida, lanzó así su protesta y reconoció que los pueblos amazónicos nunca han estado tan amenazados como lo están ahora, exclamó: “Que esta no es una tierra es de nadie o huérfana, ya que tiene madre”.
Una vez más denunció a los nuevos colonialismos donde la amenaza y la destrucción están vinculados a la perversión de ciertas políticas que promueven la destrucción de la naturaleza sin tener en cuenta al ser humano. Habló así mismo de los depredadores, los que acaparan grandes extensiones de bosques negociando sus recursos, y generan situaciones de opresión a los pueblos originarios, y afectan gravemente los recursos naturales cuyos dueños son de dichas comunidades; vuelven entonces sus economías inaccesibles, lo cual les asfixia, obligándolos a emigrar por falta de alternativas de supervivencia.