Ahora que la carrera por la silla presidencial está llegando a su etapa más importante, analistas y politólogos tratan de descubrir el hilo negro para vestirse de héroes, merced a sus futuristas predicciones. La teoría de los posibles escenarios para la elección de este año mantiene nerviosos a los participantes, toda vez que, cualquier paso en falso significa el descarrilamiento de sus aspiraciones, y por lo tanto el rotundo fracaso de la coalición que les apoya. Que si el PRI utilizando todo el poder y las instituciones del estado para desprestigiar a sus oponentes. Que si Anaya se agandallo la postulación y el fuego amigo le está pasando factura, coludido con el Prigobierno. Que los bombazos mediáticos están a la orden del día y que el próximo blanco es López Obrador merced a la apertura que tiene con obscuros personajes que conspiraran en su contra.
El 2018 será un año por demás interesante en varios aspectos: si usted es un asiduo lector, radioescucha o telespectador interesado en la política entonces pensará en las elecciones; pero si es un declarado fan de los deportes lo primero que le vendrá a la cabeza es el Mundial de Rusia; pero si le gustan las historias de conspiración entonces recordará que esas dos cosas, el futbol y la política, a veces se mezclan. Quién no recuerda el escándalo que indignó a la opinión pública en las elecciones de 2015 en el que figuras públicas como Miguel “El Piojo Herrera”, o la Trevi, se desbordaron en Twitter para apoyar al Partido Verde que iba en alianza con el PRI en plena veda electoral y, según ellos, lo hicieron sin cobrar ni un peso. ¡Qué abnegados!.
En 2017 la Universidad de Oxford realizó un estudio que se tituló “Troops, Trolls and Troublemakers” : A Global Inventory of Organized Social Media Manipulation (Que no es otra cosa más que la manipulación de la información a través de distintas estrategias vía redes sociales para favorecer o perjudicar a tal o cual candidato) Dicho estudio, exhibió a gobiernos que a través de su fuerza militar, de inteligencia y política, invierten una significativa cantidad de recursos económicos y humanos para crear y difundir contenidos coordinados con el fin de influir en la opinión pública con sus ideas (lo que muy pocas veces logran).
Para el estudio, se analizaron datos del uso de cibertropas humanas, robóticas o ciborgs-, en 28 países incluyendo México, que salió bastante raspado. Aunque el gobierno de Peña Nieto ha negado cualquier relación con este tipo de actividades, el estudio asegura lo contrario y documenta acciones como discursos de odio, acoso verbal, posicionamiento de notas falsas, el uso de influenciadores web (medios, blogs, ‘estrellas’ de Twitter, Facebook y YouTube) en contra de sus adversarios. Asimismo, determina que realiza actos de difusión de logros gubernamentales o campañas políticas para los cuates del sistema. No han entendido que lo importante no es lo que dicen perfiles de alto nivel, sino lo que piensa la opinión pública, que es justo lo que más les debería importar. Un ejemplo de esto es el repentino cariño que le agarraron ciertos periodistas y plumíferos por consigna a Juana Cuevas, esposa del candidato José Antonio Meade, manifestación que pretende posicionar a la aspirante a primera dama. En ello, se nota la mano de Alejandra Lagunes, exresponsable de la estrategia digital de la presidencia, importada en su momento por Luis Videgaray para dirigir la estrategia digital del ungido por el priismo. Que no nos extrañe si continúa durante la campaña la misma estrategia de bots y trolls que acusan tanto la Universidad de Oxford, como a López Obrador y su partido MORENA.
Todo régimen autoritario cuenta con campañas en medios digitales dirigidos a su población. Actualmente los gobiernos se valen de contratistas externos al gobierno, lo que hace más difícil su identificación y la vinculación con sus contratantes. Por eso no sale nada cuando los periodistas piden información del gobierno mediante el IFAI. El reto para los ciudadanos será la identificación y clasificación de operaciones digitales en las que intenten desviar nuestra atención o atacar a sus contrincantes, así como posicionar artificialmente temas de interés para los partidos y sus candidatos. La invitación es a ser más crítico con la información que consumimos y sobre todo a no compartir contenidos que no hayamos verificado. No queremos caer en el juego que nos quieren hacer jugar.