Feministas Deben Reconocer a un Personaje Suyo: Rosita Alvírez

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El problema de los desaparecidos afecta tanto a hombres como a mujeres. Foto: Archivo
Las expresiones de violencia mortal contra las mujeres han estado presentes en la cultura popular por siglos.

Jorge Ricaldes Salmerón

Nota: este texto es una carta. Por su enfoque novedoso la presentamos con artículo

Las expresiones de la cultura popular, incluyendo los corridos, muchas veces contienen enseñanzas trascedentes, no buscadas, ni previstas por sus autores. Como sociólogo creo que la causa feminista debería tener como mártir y claro ejemplo de lucha por el respeto a los derechos de las mujeres (hasta ofrecer la vida) a Rosita Alvírez, protagonista de una vieja y trágica historia, y que seguramente ignoran las nuevas generaciones.

El corrido indica que en Saltillo, Coahuila, allá por el año 1900 se efectuaba un baile, al que asistió la jovencita y hermosa Rosita. A la fiesta llegó un violento y misógino sujeto armado, llamado Hipólito.

La dama le gustaba mucho a éste  y, machista, como era, tal vez, ni la quería y más bien la deseaba y quería hacerla suya por la buena o por la mala. En esas circunstancias fue a sacar a bailar a Rosita, que según el corrido, era la más bella de todas las presentes.

La jovencita se negó a bailar con el violento individuo, quien le advirtió que no le hiciera desaire, porque la gente se iba a dar cuenta. Ella, le respondió (la letra del corrido no lo dice con estas palabras, pero ese es el sentido) que eso no le importaba, pues sencillamente no bailaría con el impertinente. Es decir, ejercía su derecho a decidir con quién bailaba y con quién no, e Hipólito no era elegido.

El tipo sacó su arma y le dio muerte. Rosita Alvírez perdió la vida a manos de un cobarde machista. Con el más alto costo que podía pagar se convirtió en uno de los más contundentes ejemplos de firme decisión al derecho de la libre elección, por lo que ahora quienes impulsan la lucha por la igualdad de género, el respeto a los derechos de las mujeres a vivir una vida libre de violencia, deberían erigirle un monumento a la bella y valiente jovencita Rosita Alvírez, y condenar a 118 años de distancia el comportamiento asesino del homicida, porque esas conductas abundan más ahora.

*Para darle el género de artículo prescindimos de la parte protocolaria de la carta firmada en Atizapán de Zaragoza.

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