Las dichosas reformas estructurales resultaron ser meros estopines de utilería, toda vez que no resultaron lo que de ellas se esperaba; todavía peor, han crispado e irritado a la población. El costo político de llevar ante la justicia a los pillos no es algo que deseen asumir los institutos políticos. En este juego perverso de la política, existen temas fundamentales convertidos en moneda de cambio por los diferentes institutos políticos para evadir la acción de la justicia.
Temas como el de los 43 Normalistas de Ayotzinapa, los ejecutados en Tlatlaya, el asunto de los maestros de la CNTE y el de la línea 12 del metro, se han vuelto virales y están siendo utilizados para frenar en seco cualquier intento de tomar la delantera en las preferencias electorales con miras a las elecciones presidenciales; a la vez estos temas se convierten en moneda de cambio para evitar que los corruptos pisen la cárcel. La perversión de la política en nuestros tiempos es tal que ahora ya pocos son los entusiastas aspirantes para ocupar un puesto público debido a la inseguridad. A no ser que cuenten con el respaldo de algún grupo del crimen organizado.
Los personajes públicos en ese circo en que se ha convertido la política de nuestro país siguen utilizando uno y mil artilugios, discursos anacrónicos, frases sin sentido, malos chistes, referencias insulsas, y cifras maquilladas. La gran mentira sobre el éxito de introducción de las llamadas reformas estructurales para mover a México y la presunta recuperación de la economía es evidente y por ahora, están los casos del alza en las gasolinas y en la electricidad. No existe una sola de dichas reformas que haya logrado ponerse en práctica sin sobresaltos y los resultados de las mismas aun brillan por su ausencia. En otro tenor la partidocracia reinante pretende evitar a toda costa el acenso de MORENA, el partido de Andrés Manuel López Obrador como primera fuerza de Izquierda en sustitución de los amarillos; esto desde luego, está por verse, pues el culebrón apenas empieza.
La cultura política, sus principios y sus valores, no suelen transformarse tan rápido como las reglas y las instituciones. Las concepciones hegemónicas sobre la política, las relaciones de poder, los lazos entre gobernantes y gobernados, los derechos y obligaciones de los ciudadanos, etc., no se modifican “de la noche a la mañana”. Por el contrario, subsisten en medio del proceso de cambio “democratizador”. Por ello, resulta necesario un esfuerzo específico y consistente para intentar que los valores que sostienen al entramado democrático sean asumidos a cabalidad por los distintos actores y los implicados en dicho proceso, quienes desafortunadamente siguen con la dinámica ancestral de la descalificación, ninguneando, defenestrando y culpando a diestra y siniestra con tal de imponer y anteponer su “razón”.
No siempre esta razón sustentada en la verdad, más bien, pretende encubrir y solapar a los trasgresores de la ley.. Los políticos siguen copiando frases domingueras, programas e ideas de otros; lo que sin duda muestra una grosera pobreza de ideas. El déficit en el estado de derecho, desemboca invariablemente en una desigual apropiación de los derechos por parte de la ciudadanía, el comportamiento de partidos políticos y medios de comunicación, los problemas de gobernabilidad, la deficiente cohesión social, el precario crecimiento económico, tienden a reblandecer el apoyo y adhesión hacia la democracia. Les ha faltado ingenio y picardía pero sobre todo conocimiento para aprovechar la oportunidad y tener en la lona de una vez por todas al adversario incómodo. Nada novedoso presentan; lo que es peor, evidencian sus limitaciones unos acusando a otros de corruptos y mañosos, otros recriminando la falta de acuerdos en las reformas estructurales por ausencia o por negligencia, y otros más deslindándose de los políticos señalados, arguyendo que representan los intereses de la nación.
Es un hecho, que los temas y hechos puestos sobre la mesa tienen un gran porcentaje de verdad, que también, la mayorías de los aspirantes a un cargo de elección popular se dedican a “vender humo” es innegable; pero, ¿cómo podremos tener la certeza de que quien nos gobierna tendrá los arrestos para meter en cintura a los corruptos, perseguir a los malhechores, y llamar a cuenta a los pillos muchos de ellos delincuentes de cuello blanco? ¿Cómo podremos inclinarnos para favorecer con nuestro voto a quién protege delincuentes, fabrica culpables y reprime violentamente a la población? se requieren otras reformas o bien contrarreformas.