ELECCIÓN PRESIDENCIAL EN PAÍS SUMIDO EN MUCHOS
PROBLEMAS, QUE DEBEN DEBATIRSE PARA SUPERARLOS
(Cuarta parte)
México tiene acumulados los mayores problemas económicos, políticos, sociales, de ineficacia institucional, corrupción, impunidad, pobreza, desigualdad, daños ambientales, deuda pública, desnacionalización de sus recursos naturales, pérdida de soberanía y falta de credibilidad en los gobiernos de los últimos 75 años.
En este preocupante escenario comenzarán en unos días más las campañas electorales de este 2018, al que debemos agregar la rispidez, verdadero y creciente encono y rijosidad entre el PRI y la coalición que postuló para la presidencia de la República a Ricardo Anaya, a lo cual se suma de vez en cuando, aunque con una mesura impensable hace unos años, Andrés Manuel López Obrador, de Morena.
Esta crispación resulta más inconveniente para el país por cuanto se presenta en la fase de intercampañas de los procesos electorales, cuya contienda estrella es la presidencial. Los candidatos de las coaliciones no pueden hacer trabajo proselitista, porque lo prohíbe la legislación de la materia, pero los problemas judiciales en los que involucran o con los que desean debilitar las posibilidades de triunfo de Anaya están las primeras planas de los medios informativos impresos y en los espacios privilegiados de los electrónicos.
La etapa de precampañas, que legalmente debe permitir actividades de los aspirantes a precandidatos y a candidatos sólo cuando tienen adversarios internos, porque se supone que en esas condiciones deben disputarse con otros compañeros de partido la postulación en cada caso, en esta ocasión fueron verdaderas campañas para darse a conocer a todos los mexicanos, incluyendo a niños, que no pueden votar, y de descalificaciones a adversarios.
Con todo, Ricardo Anaya, Andrés Manuel López Obrador y José Antonio Meade (ubicados por orden alfabético de acuerdo con la inicial de sus respectivos apellidos paternos), no pudieron examinar públicamente y a fondo con sus correligionarios los problemas enumerados al principio, porque de haberlo hecho hubieran tenido que proponer soluciones, y eso habría sido acto anticipado de campaña.
Por estas circunstancias no conocemos la posición de quienes serán los abanderados presidenciales de los partidos -de entre los cuales saldrá el relevo del presidente Enrique Peña Nieto- sobre la problemática en general del país y de cada gran problema específico. Tampoco sabemos cómo piensan resolverla, con qué dinero ni en cuánto tiempo. Y esta omisión seguirá hasta finales de marzo, cuando comenzarán las campañas en busca del voto popular. Ese período es corto, de apenas 90 días, por ello tal vez no sea suficiente para debatir a fondo, a profundidad y con rigor esos problemas y sus soluciones.
Ante esta realidad, mucho bien haría la academia si organizara debates entre sus especialistas en las diversas disciplinas relacionadas con el quehacer gubernamental y el desarrollo general del país. Debe proponer soluciones a los problemas e informar a la sociedad de las condiciones generales en que se encuentra la nación. No lo hace.