
Recuerdo que cuando era niña mis papás siempre me dijeron que podía elegir lo que yo quisiera ser de grande, que tenía todas las herramientas necesarias para lograr cuanto me propusiera y, que si ellos no pudieron cumplir sus sueños, todo el trabajo que habían hecho y harían sería para que mis hermanas y yo sí los cumpliéramos. Con eso era suficiente para ellos.
Recuerdo salir a jugar a casa de mis amigos, ir a la papelería por mis tareas, utilizar el teléfono de casa, también las primeras veces escuchar incluso ese sonido característico de cuando alguien se estaba conectado a internet. Recuerdo muy bien haber buscado en las enciclopedias de mi casa información para mis trabajos escolares, pero no sé en qué momento exacto comencé a utilizar la web para sustituirlas. Nunca tuve un Nintendo, pero jugaba en la computadora desde que tengo memoria, aunque solo haya sido ‘Buscaminas’. Recuerdo el día en que derrumbaron las torres gemelas, llegar a mi casa y ver las noticias sin entender por qué había pasado. Con el paso de los años comienzas a entender y a leer más teorías de lo que pudo haber ocurrido, te vas introduciendo poco a poco a la maldad del mundo.
Mi primer celular lo compré en la secundaria, todavía era de teclas y a blanco y negro. Cuando ya iba en prepa, llegaba a casa a usar “Messenger” y, obviamente, llené de virus la computadora usando Ares y LimeWire. Comencé a pensar qué iba a elegir como carrera al mismo tiempo que veía cómo se reflejaba en mi casa la crisis económica y abría mi perfil de Facebook.
Prácticamente cada semestre nuevo de escuela salía algo nuevo que probar, ¿tu celular no tenía cámara? Ya pasaste de moda. ¿No tienes perfil en la nueva red social? Sí, pues tienes que alcanzar el número de amigos que tienen los demás. ¿Sigues enviando mensajes de texto? Seguramente no te has enterado que los celulares ya tienen internet. Cada día teníamos información nueva, nuestra mente abría nuevas puertas gracias a la tecnología, teníamos cada vez más presión social, pero también sueños más grandes y cada vez más tangibles.
Soy parte de una generación que comparte la idea de que sólo hace falta soñar y trabajar duro para lograr lo que nos proponemos, que podemos hacer realidad nuestros sueños. Una generación que quedó en medio del desarrollo más rápido de la tecnología y se ha tenido que adaptar a cambios rápidos y fugaces, soy parte de la “generación Y”, o mejor conocida ahora como “Millenials”.
A nosotros los millenials nos culpan de narcisistas, de holgazanes, de rechazar lo existente y de crear modas absurdas. Pero tal vez nadie nos voltea a ver realmente y se da cuenta que queremos cumplir nuestros sueños y estamos dispuestos a trabajar por ellos, pero cuando crecimos nos dimos cuenta que tener las herramientas no es suficiente cuando cada vez se cierran más puertas de oportunidades. Nuestra generación la constituyen personas nacidas desde finales de los 80 hasta los nacidos a principios del nuevo milenio, lo cual quiere decir que somos los “nuevos adultos”, aquellos que pensamos que a los 25 ya estaríamos casados, con hijos, un golden retriever y una casa propia en donde todos seríamos felices y prósperos, prácticamente nos creamos una broma en la cabeza.
La realidad es que, cuando creces, te das cuenta de que ser adulto era la broma que todos nos contaron, y es más difícil de lo que creíamos, todo debido a diversos factores de los cuales me gustaría profundizar más en otros textos, pero mi punto aquí es: somos la generación soñadora que año con año veía surgir un nuevo desarrollo de la tecnología y que aprendió a utilizar cada uno de ellos, los utilizamos a nuestro beneficio y tal vez dimos nuevas ideas para su innovación, y cada nueva tecnología nos acercaba y alejaba más de las personas, llegamos al punto de tener 700 amigos en línea y sólo 5 con quienes hablamos en persona, compartimos ideologías, ponemos filtros a nuestros rostros, prácticamente podemos conocer a una persona visitando su perfil, pero lo más remarcable: nuestra generación comenzó a crear modas.
Los millenials no sólo somos tostadas de aguacate, acai bowls, matcha, redes sociales, relaciones complicadas, vida fit, veganismo… y así podría seguir la lista de “prejuicios”, los millenials somos jóvenes que creen en el cambio y que gracias a que nos permitimos vivir experiencias, comprendimos que el cliché de “la vida es sólo una” es lo más real que existe en nuestra generación. Es por eso que queremos más experiencias, que preferimos buscar lo que nos hará felices a conformarnos con dar gusto a los demás. Nos gusta compartir nuestras experiencias, luchar por lo que creemos justo y por los que no tienen voz, analizamos los errores del pasado y, a pesar de sufrir sus consecuencias, creemos que juntos podemos cambiar este mundo para bien. Los millenials en realidad estamos creando cambios que pueden ser vistos en cualquier rincón del mundo, pero las generaciones anteriores no se cansan de analizarnos y culparnos de arruinar muchas cosas y no estar conformes con nada. En realidad, queremos esos cambios porque al llegar a la edad en la que deberíamos ser “adultos” nos desilusionamos todos los días cuando nos enfrentamos a las dificultades que nos heredaron esas mismas generaciones que tanto nos critican.
Pero si lo analizamos un poco más, la separación de generaciones se da desde hace años, y cada generación ha crecido de manera diferente, ha creado y destruido sus propias cosas, la forma de vida de cada una ha sido distinta, los cambios siempre han sido inevitables. Y aun así la nuestra parece que ha causado un gran revuelo a nivel mundial. Somos la primera generación que muestra esos cambios al mundo, somos la primera a la que literalmente todo el mundo puede observar y de la que no se cansan de hablar y a muchos puede molestar pues a pesar de ser una generación, no debemos olvidar que somos individuos, únicos e irrepetibles, no todos queremos las mismas cosas ni tenemos las mismas creencias. Si me pongo como ejemplo, he comido tostadas de aguacate tal vez 3 veces en mi vida, odié el matcha cuando lo probé y no soy una persona que se toma selfies o publica mucho en sus redes sociales; por el otro lado, tengo la filosofía de disfrutar la vida, la vida “godín” me da un poco de horror y soy tan pro-animales que he considerado muchas veces en convertirme en vegana aunque mi naturaleza mexicana sueñe con tacos cada vez que lo considero. Todos y cada uno de nosotros compartimos características que califican a un millenial y también negamos otras que a la vez peleamos, es parte de nuestra naturaleza, la de pelear por lo que creemos verdadero y ese un gran atributo. A mi parecer, oponernos a las injusticias y querer cambios nos hace valientes.
En unos años cuando seamos la mayoría de la fuerza laboral, con más años de experiencia y con más reconocimiento, estoy segura de que esos cambios que planeamos y por los que luchamos se verán realizados en el mundo entero y con mucha confianza en que mi generación no es la que está comiendo detergente por likes, esos cambios serán positivos.