¿Qué es el dolor?

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El dolor en muchos casos es solo un síntoma que puede tratarse e incluso erradicarse.

Todos hemos sentido al menos una vez en nuestra vida “un dolor”, pero ¿Qué es el dolor? y ¿Por qué sentimos dolor?, ¿Tiene algún propósito?, ¿Cómo se trata?

La Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (IASP por sus siglas en inglés) lo define como una “Experiencia sensorial y emocional desagradable asociada a un daño actual o potencial de los tejidos, o descrita en términos de ese daño”. De esta definición podemos entender varias cosas importantes: primero, que el dolor por supuesto tiene un componente físico importante, pero también otro emocional. Segundo, es así que, en ocasiones, cuando hemos sentido un dolor en específico, asociado con algún estímulo, es normal que antes de que volvamos a exponernos nuevamente a un estímulo semejante, físicamente nuestro cerebro ya comienza a procesar el dolor. Un ejemplo al respecto sería una inyección. Si ya antes nos han puesto una y nos dolió, la próxima vez que lo hagan, incluso cuando el profesional recién comienza a cargar la jeringa con el medicamento, ya “nos estará doliendo”.

Otro dato importante plasmado en la definición de dolor es que se da por la presencia de un daño en nuestro organismo, es decir: el dolor es una respuesta de alarma que nos permite conocer que algo en nuestro cuerpo está siendo dañado. Cuando nos cae agua hirviendo en un pie, tocamos un cable eléctrico, se nos aplasta una parte del cuerpo o por alguna razón le deja de llegar sangre a un órgano, porque hay algo creciendo en nuestro interior de una manera anormal, etc.; se trata de un daño real, o sea que ya hay una alteración en un órgano o tejido (o potencial en otro). Implica que aún el daño no es completo, pero en caso de continuar se puede perder el tejido, el órgano o hasta la vida.

Hablar sobre dolor es complicado pues se trata de una experiencia individual, subjetiva, multifactorial y compleja; que además presenta múltiples respuestas (sensoriales, sicoafectivas y conductuales) y depende de múltiples variables (personalidad, experiencias dolorosas previas, status socio-cultural, etc.). Y es así que en muchas ocasiones el dolor se ve agravado por situaciones “extra” al mismo, como el sentimiento de soledad, la depresión, la pérdida de la autosuficiencia e incluso por la causa que lo origina. Razones por las cuales en ocasiones los medicamentos para el mismo no son efectivos de manera completa.

Cuando existe cualquier daño en nuestro organismo se requieren de cuatro etapas para que este llegue a nuestro cerebro y lo codifiquemos. Lo primero que sucede al haber un daño es la producción de diferentes sustancias en la zona alterada -llamadas mediadores- que van a dar la información del mismo a terminaciones nerviosas libres (neuronas) las cuales a su vez transmiten la información del dolor primero a la médula espinal y posteriormente a diferentes partes del cerebro. Cuando la información llega a la médula espinal, ésta se encarga de “decidir” la gravedad de la situación, modulando así la respuesta a seguir. Así, si nuestra médula decide que el dolor es provocado por una situación que no compromete al tejido o no causa ningún daño, decide entonces adaptarse a él y, por lo tanto, no llega la información a nuestro cerebro; pero si se trata de una situación que de alguna manera compromete nuestra integridad, entonces es la información es enviada a diversas partes del cerebro que tomarán la mejor opción para disminuir o evitar el daño.

Paralelo a este sistema ascendente en el cual la información viaja del órgano dañado hacia el cerebro, existe uno descendente cuya función es la de inhibir el dolor por medio de la producción de diferentes sustancias, entre ellas endorfinas, serotonina y GABA.

Los medicamentos empleados para tratar el dolor actúan sobre las diversas etapas antes mencionadas, por ello, si se trata de un dolor cuya causa está identificada, lo ideal es tomar el medicamento en intervalos iguales de tiempo (cada 6, 8 ó 12 hrs. Etc., siguiendo las indicaciones del médico) y no solo “cuando duela”, ya que la toma constante y organizada del medicamento impide la producción de mediadores químicos o la trasmisión de información a la médula o cerebro, previniendo su aparición y mejorando la calidad de vida del paciente. En caso de que se trate de dolores muy fuertes, como pacientes con cáncer, entonces se utilizan sustancias químicas semejantes a las endorfinas (morfina y sus derivados) que tienen la misma finalidad de inhibir el dolor.

Por lo tanto es importante entender que el dolor es una alerta que nos permite saber que existe una alteración o daño en el organismo, pero cuando ya se conoce la causa el “aguantarse “ el dolor no lo va a quitar ni a mejorar, pues en cuanto se activa la comunicación en el sistema nervioso ésta no va a disminuir hasta que se elimine el daño, por ello es importante romper el ciclo mediante los diversos analgésicos existentes; es común que las personas únicamente decidan tomar el medicamento para el dolor cuando ya es insoportable por la creencia de que “se van a hacer resistentes y después ya no les va a hacer efecto”, pero esto no es más que una mentira: el mecanismo de acción de este grupo de medicamentos actúa disminuyendo las sustancias nocivas que se producen en el momento, sin dar oportunidad a generar resistencia.

Resumiendo, podemos decir que el dolor es en la mayoría de los casos una señal de alarma y no una enfermedad en sí (aunque existen enfermedades específicas que abordaremos en una próxima ocasión), y por lo tanto, una vez identificado el motivo de la alarma y atendidos los riesgos, no es necesario continuar experimentándolo, para ello es importante acudir con el médico especialista, quien puede ayudar a los pacientes a mejorar su calidad de vida, atendiendo las molestias asociadas con el dolor.

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