(Publicado el 10 de marzo de 2017 en “El Despertador”)

TRUMP EL TORO ES INOCENTE
E. LORO
Sí, sí, sí, Estados Unidos es nuestro principal socio comercial, en realidad es más bien nuestro principal patrón, pero no se trata de entrar en detalles de procedencia-destino de los bienes, manufacturas, capital, etc. sino más bien señalar el hecho innegable de que a nadie le gusta quedarse sin trabajo porque su patrón hace berrinche o, más como en nuestro caso, porque llega un gerente al que le caemos mal. Y es que así se resume la relación México-EEUU en estos momentos.
Y no es cuestión de tomárselo personal, aunque lo sea, así como el nuevo gerente comandante en jefe de los gringos no es de nuestro agrado, así también debemos reconocer que nuestro gerente tampoco ha hecho maravillas por nuestro querido México S.A., bueno, al menos no por los mandos medios, operativos y personal de limpieza, que por los accionistas y gerentes, vaya están mejor que el 90% de los gringos, a decir verdad.
Más bien, la invitación es a reflexionar -cosa que nunca acostumbramos como sociedad- sobre lo que le depara el futuro a nuestra nación. Parece algo tonto no hacerlo, sin embargo, desde la caída de Tenochtitlán, los nativos de estas tierras no hemos planeado mucho a futuro, es quizá algo cultural, una inercia de las circunstancias de nuestra historia nacional.
Hace tiempo, en la prehistoria de las redes, cuando el internet se abría paso en el mundo y el correo electrónico era el rey de las comunicaciones, circulaba uno de tantas cadenas motivadoras, sentimentaloides reflexivas y que, en resumidas cuentas, trataba de algo más o menos así:
“En un pueblo trabajaba como velador de una cantina un señor algo viejo, un día los dueños vendieron el negocio y lo compró un tipo que se propuso convertirlo en burdel. El nuevo dueño lo entrevistó para ver si le serviría de algo mantenerlo en la nómina, pero como el viejo no sabía leer, pues lo corrió. Desempleado, desmotivado, etc. el viejo acabó comprando un martillo, para trabajar, alguien le ofreció comprarle ese martillo más una ganancia y luego así y así y acabó poniendo una ferretería y etc. etc. se volvió rico e importante y apoyaba mucho a su comunidad. Un día le dan un premio como “hijo predilecto” de su pueblo y cuando le piden leer unas palabras él confiesa que no sabe leer. La autoridad del pueblo (seguro eran mexicanos) le dice algo así como “Wow, no sabe leer y así ha hecho tanto, ¡Imagínese todo lo que hubiera logrado de haber ido a la escuela!” Entonces el personaje contesta “No tengo que imaginarlo, lo sé muy bien: Sería velador en el putero”.
A qué viene a cuento la historia, pues a todo y a nada. Por un lado me entró la nostalgia por esas lejanas épocas de las cadenas de correo electrónico, y por otro, pues obviamente que estamos como el viejo y su nuevo patrón; es decir, ya no se trata de ver por qué no conservamos nuestro trabajo, sino de ver qué hacemos ahora. Después de todo, seguramente hay algo para lo que somos buenos, pero no hemos tenido necesidad de averiguarlo. Lo peor que puede pasar es que pasemos a ser limosneros o algo así. Lo cierto, y Trump nos lo quiere demostrar, es que eso de la globalización no es, ni de cerca, la solución final a los problemas del mundo. Mejor sería aplicar las recetas de Trump aquí y empezar a parecernos a los gringos en algo que valga la pena, como su convicción completa de que no necesitan a nadie para estar bien, y es más, hasta nos andan sobrando los vecinos. Sí, también que nuestro país necesita ganar más guerras, una aunque sea.
Y ni modo, nos guste o no debemos reconocer que nuestros más graves problemas estaban aquí antes del arribo de Trump a la presidencia, y aquí seguirán a menos que entre todos, o al menos entre muchos, hagamos algo al respecto. Y de eso, de eso Trump el toro es inocente…