La señora de la tercera edad, jubilada, hablaba de lo mal que está la atención médica del ISSEMYM, institución a la cual pertenece como exservidora pública. Su interlocutora, más joven y empleada pública en activo coincidía con esa apreciación.
En el autobús que las transportaba hacía su colonia, ubicada en el norte de Toluca, donde ambas viven, comentaban sus problemas con las clínicas del Instituto, que atiende a empleados públicos de los poderes estatales, ayuntamientos y organismos públicos descentralizados de los dos ámbitos de competencia.
“Dicen que el ISSEMYM no tiene dinero porque se lo robó el anterior gobernador; que lo dejó endeudado y por eso ya no le quieren fiar medicamentos en las farmacias particulares. Les cancelaron el sistema de vales hasta que se pongan al corriente”, comentó la jubilada.
La servidora público en activo se quejó de lo espaciado de las citas con especialistas. Las programan para muchos meses, o incluso un año. “Si una está grave, no alcanza a llegar a la cita. Se muere antes”, reflexionó con resignación.
Las dos se quejaron del maltrato de las recepcionistas, pero la jubilada dijo que son más déspotas y despreciativas con las personas de la tercera edad, “cuando deberían ser más consideradas con ellas”, recalcó.
También se refirieron a la ineficacia de los medicamentos que entregan en las farmacias del Instituto, que no surten efectos contra las enfermedades. “Dicen que son genéricas, pero quien sabe, porque yo he comprado medicinas genéricas y son buenas, sí sirven”, destacó la servidora pública en activo.
A lo cual replicó su interlocutor: “Pues quien sabe, pero ¿sabes que me pasó el otro día? Me dieron la receta y fui a la farmacia. En el mostrador dijeron que no tenían ninguno de los dos que me había indicado el médico.
Todavía otro empleado en tono amable, como haciéndome un favor me dijo: Mire, vaya a la farmacia de similares. En realidad estas medicinas no son caras, cada una le cuesta como 30 pesos; es decir, 60 pesos por las dos”.
Y terminó su narración diciendo: “Me dio coraje: en puro pasaje me gasté 40 pesos, más el maltrato de las señoritas de la recepción y el tiempo que esperé para que me viera el médico y me diera la receta. Y todo eso para ahorrarme solo 20 pesos, cuando en mi colonia hay una farmacia de similares con todo y doctor, y no pierdo medio día como acá.