Desde que se fueron confirmando los nombres de los candidatos a relevar al presidente EPN, la idea del ‘voto útil’ ha estado sobre la mesa; sin embargo, hablar de ese ‘voto útil’ solo tendría sentido una vez definidos los dos proyectos políticos punteros. Como diversos analistas lo han señalado ya, la elección presidencial de este año será crucial para definir el rumbo y destino del país en el mediano y largo plazos. Incluso y de manera simplista se ha calificado la elección como la carrera entre ‘antipejistas’ y ‘antipriístas’. Y si bien el grado de rechazo al PRI es incluso más alto que el del respaldo a López Obrador, a la hora de definir al contendiente del tabasqueño los cálculos políticos serán distintos para los actores políticos, los grupos de poder fáctico-económico y la población en general.
Ya hay versiones de que desde la campaña de José Antonio Meade se quejan de la falta de enjundia en el trabajo electoral de los priístas en varios estados. La verdad es que los gobernadores de ese partido tienen la experiencia de que a ellos les fue muy bien cuando el presidente de la República no era su correligionario: se convirtieron en virreyes, por ello les da lo mismo que gane su candidato, Ricardo Anaya o López Obrador. Además, si gana Meade no tendrán oportunidad de aspirar siquiera a la candidatura presidencial de 2024, porque se postulará a alguien del gabinete. Es decir, su voto útil estará en virtud del candidato que mejor les garantice autonomía en sus feudos e influencia nacional, además de impunidad, y propuestas en ese sentido no se verán en la campaña, por su naturaleza serán veladas y secretas. Y probablemente algunos gobernadores ya lo hayan decidido.
Y no sería irresponsable pensar que si José Antonio Meade llega en tercer lugar a pocos días de la elección presidencial, el PRI volcará su apoyo a Ricardo Anaya. Sucedió así en 2006, cuando Elba Esther Gordillo, entonces poderosísima y eficaz operadora política priísta recibió instrucciones para que los gobernadores del tricolor movilizaran a los priístas de sus estados en favor de Felipe Calderón Hinojosa, para evitar el triunfo de Andrés Manuel López. Así lo hicieron. Y eso que entonces su candidato era priísta de nacimiento, por lo que no se ve cómo ahora podrían mantener el apoyo a Meade, quien no es de sus filas, si el presidente Enrique Peña Nieto no tiene otra opción más que el Tabasqueño o el queretano; sobre todo, cuando los enterados atribuyen a Carlos Salinas de Gortari la autoría de ese plan “B” y que representaría en gran medida el voto útil de los poderes fácticos y sus intereses económicos.
En ese sentido, Margarita Zavala ha declarado que no es momento de pensar en el voto útil. No dijo que no lo habrá, sino que no era hora de trabajarlo. Lo interesante será ver si apoyará a Ricardo Anaya llegado el caso de que, como muchos analistas lo sostienen, más adelante éste reciba el voto útil del PRI, cuando José Antonio Meade quede fuera de cualquier posibilidad de ganar. Sin embargo, si el voto útil del PRI se volcara al candidato Anaya, personajes como Aureoles y Ríos Piter se verían en una posición difícil y no está claro qué pasaría con el capital político que supuestamente le aportan a la campaña del ex secretario de Hacienda. Y en el caso de “El Bronco”, parece poco probable que se sume a algún otro proyecto pues su papel es restarle apoyos al tabasqueño, pero de hacer un buen papel en la elección tendría una importante plataforma propia para proyectar su carrera política a nivel federal dándole continuidad al proyecto ciudadano que lo llevó a la gubernatura de Nuevo León. Trayectoria que se podría ver frustrada de sumarse al voto útil.
Finalmente, hablar de voto útil solo tiene sentido cuando se trata de grandes cantidades de electores, o por lo menos los suficientes para romper un empate. En nuestro país, la gran mayoría de los ciudadanos inscritos en la lista nominal se consideran como ‘apartidistas’; es decir, no siguen los dictados de algunas siglas en especial, y son quienes decidirán el resultado de la elección. A esa gran cantidad de electores no se les puede tratar bajo el esquema del voto útil, para moverlos en favor de un candidato u otro, sería necesario utilizar herramientas de manipulación más allá de los discursos de los actuales candidatos o sus posibles declinaciones públicas o privadas. Pero entrar en esos terrenos es adentrarse en zonas oscuras como las de Cambridge Analytica. Así, los actores y grupos que pueden ejercer un verdadero voto útil quedan reducidos a grupúsculos pequeños en número -como para decidir una elección como la actual-, pero muy poderosos y con vínculos todavía más poderosos, y serían estos quienes podrían y estarían dispuestos a jugársela intentando por todos los medios manipular al electorado, pero sólo en un sentido; es decir, contra el candidato de Morena. De tal suerte que en este proceso electoral, si no gana AMLO, no será por el voto útil, el panorama no da para ese escenario. Dicho de otra manera, hablar de ‘voto útil’ en esta elección, ahora, después o en cualquier momento será solo un eufemismo para encubrir manejos electorales turbios.