La campaña de Meade carga el peso de la falta de credibilidad en el gobierno federal. Ahora con el cambio de Enrique Ochoa Reza por René Juárez Cisneros en la dirigencia Nacional del PRI, el candidato presidencial se apresuró a informar que fue él quien decidió la remoción de Ochoa. Puede que así haya sido, pero su problema es que nadie le cree.
Todos piensan que esa determinación la tomó personalmente el presidente EPN, en un intento desesperado por hacer avanzar la campaña del abanderado de la alianza “Todos por México”. Después de todo, el jefe del Ejecutivo se supone sea el primer priísta del país y el único capaz de tomar una decisión así.
Adicionalmente, ese anuncio de Meade, tampoco les gustó a cuadros relevantes del priismo nacional. Argumentan que el candidato ni siquiera es priísta, por lo que peor está ahora la cosa en esa organización política, cuyo liderazgo lo decide alguien ajeno a sus filas y sin consultarle a nadie.
Sostienen que una cosa son los anunciados cambios en la estructura organizativa de su campaña y otra, muy distinta, el asunto de los dirigentes partidistas. Incluso un influyente cuadro tricolor opinó que Meade hubiera ganado más no tocando el tema del relevo de Ochoa Reza por Juárez Cisneros.
Finalmente, algunos aseguran se trato de un acuerdo con grupos internos desplazados por las candidatura de Meade y algunos otros cuadros. Estos grupos habrían demostrado ya su capacidad para hacerle vacío a todos los candidatos que no son de su gusto y comprometido los resultados de las elecciones. Y les entregaron la posición a cambio de evitarle el carro vacío al tricolor, es decir, habría sido una decisión de “la mano que mece la cuna”.
