A medida de que se aproxima la fecha de la jornada de votación del proceso para elegir presidente de la República, la casi totalidad de los grandes medios informativos de cobertura nacional, impresos y electrónicos se involucran más y con sesgo en la contienda de las coaliciones partidistas y sus candidatos.
Lo hacen en defensa, no de sólo de sus intereses específicos como empresas mediáticas, sino también y principalmente como punta de lanza o brazo intimidador y manipulador de las grandes corporaciones económicas enriquecidas en su trato con el poder público, de las cuales forman parte como una división o área más.
Son sus conveniencias las motivaciones de su activismo político en contra de quien considera les suprimirá privilegios y el acceso a los fondos públicos vía contratos de obras públicas, concesiones diversas y directamente por publicidad, aun cuando esto no sea desde hace varios años su principal negocio.
Si otro candidato presidencial les ofreciera mayores beneficios de los obtenidos en el gobierno de Enrique Peña Nieto y de los que puede ofrecerle el candidato abanderado de la alianza electoral encabezada por el PRI, José Antonio Meade, con toda seguridad lo apoyarían más que a éste, porque con las excepciones de la regla, los conglomerados empresariales dueños de los grandes diarios y cadenas nacionales de radio y televisión no los mueven cuestionen ideológicas o de colores y emblemas partidistas, sino el dinero. Y entre más y más rápido, mejor para ellos.
Con estos antecedentes, y como cualquier lector de diarios, televidentes o radioescucha mediamente informado puede percibirlo, los grandes periódicos cotidianos y las cadenas nacionales de radio y televisión, aparentan imparcialidad y pluralidad en sus coberturas del proceso electoral, con información de todos los candidatos interesados en relevar al presidente Enrique Peña Nieto en su puesto.
No obstante, como quien no quiere la cosa, la abrumadora mayoría de sus columnistas, articulistas, conductores y comentaristas de noticias critican siempre, y no pocas veces sin razón o con base en mentiras ya desmentidas, el contenido de los discursos de Andrés Manuel López Obrador, candidato de la coalición “Juntos haremos historia”, integrado por MORENA, el PT y el PES.
Las descalificaciones son muchas, en una clara toma de partido en contra del político costeño. Resulta inocultable el afán de restarle apoyo electoral y de contribuir a su derrota, en un proceder irresponsable, en un país irritado, insatisfecho y con un alto porcentaje de su población en pobreza, pobreza extrema y la angustia por el día a día.
Pocos grandes medios informativos mantienen neutralidad e imparcialidad en la cobertura sobre el proceso electoral más complejo y delicado de los últimos 60 años en el país. Son actores en la lucha, y en contra de López Obrador, como lo hicieron en el pasado, principalmente en el año 2006.
En este objetivo no se detienen ante el riesgo de incrementar la división, la rijosidad y el encono entre los mexicanos, los partidos y los candidatos. Actúan irresponsablemente, como lo han hecho los poderes fácticos mediáticos de Brasil, Argentina, Chile, Ecuador, Paraguay, Perú y Bolivia. Es urgente que cumplan con su papel de informar y analizar con objetividad y profesionalismo el desarrollo del proceso para elegir presidente de la República sin contribuir al enturbiamiento del clima electoral, como lo están haciendo.