POBREZA, DESEMPLEO Y ADICCIONES, EXPLOSIVA MEZCLA GENERADORA DE INSEGURIDAD PÚBLICA
La pobreza no produce jóvenes delincuentes, definitivamente. No obstante, cuando a esa condición se agregan la falta de un empleo bien remunerado, de oportunidades de formarse profesionalmente y la inducción a las adicciones, se colocan a los jóvenes pobres en extrema vulnerabilidad ante las acciones reclutadoras de la delincuencia organizada, para servir en cualquiera de sus diversas actividades ilícitas.
No se trata de criminalizar a los jóvenes pobres, sino de reflexionar sobre las circunstancias que los conducen a convertirse en “halcones”, narcomenudistas o -en casos extremos- sicarios; es decir, ubicar la combinación de causas que producen jóvenes delincuentes, en no pocas ocasiones despiadados con sus víctimas igualmente jóvenes. El solo factor de la pobreza no vuelve criminal a una persona sin importar su edad, pero la combinación de adversidades, sí, y afecta de manera diferente en distintas etapas de la vida.
Un muchacho pobre, por serlo, no se vuelve “halcón”, y menos si tiene empleo y buen ingreso, estudia y confía en un mejor futuro por medio del trabajo y la formación profesional. Tampoco si no tiene necesidad de comprar drogas para consumirlas, o si dispone de dinero lícito suficiente para adquirirlas en caso de tener adicciones.
En esas condiciones tampoco se dedicará a vender sustancias tóxicas prohibidas y, menos, aceptará dedicarse a ejecutar y descuartizar seres humanos enemigos de los grupos delictivos que los reclutan y les pagan. Si caen en esas actividades es porque un adicto sin el dinero para comprar las drogas que su organismo enviciado le exige es capaz de todo.
Se hace vulnerable al reclutamiento de los grupos criminales por su necesidad de ingresos, no para hacerse rico y vivir con lujos, sino para comprar drogas para el consumo del día, como lo señalan los especialistas. Lo más doloroso son las consecuencias de sus actividades delictivas, que incluyen también el secuestro, las extorsiones y el cobro de derecho de piso y las ejecuciones de otros jóvenes. También con jóvenes se llenan las cárceles.
Como se destacó en un evento académico internacional efectuado en la UNAM, la mezcla de los factores enumerados conduce a los jóvenes a la delincuencia, generadora de inseguridad pública, alta incidencia delictiva, derramamiento de sangre, ruptura de las condiciones indispensable para la saludable convivencia social y a la frustración del destino y vida miles de esos muchachos.
No debe olvidarse que son generalmente jóvenes, incluso menores de edad, las víctimas de las ejecuciones, como lo son sus verdugos, en una situación que debe preocupar a las autoridades y a los candidatos presidenciales y obligarlos a buscarle solución al fenómeno, a partir de la ubicación y reconocimiento de las causas que convierten a miles de jóvenes en delincuentes peligrosos, sin que eso constituya la criminalización de la juventud y de la pobreza combinadas.