*Cartas a la Redacción*
Cuautitlán Izcalli, Méx.-A 20 de mayo de 2018
Lic. Augusto Lozano Robles
Presidente editor de “El Espectador”
Le escribo para comentar la información que publicó sobre los jóvenes delincuentes y las múltiples causas que los conducen a convertirse en eso. Llama la atención que hablemos de que entre el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa y lo que va del de Enrique Peña Nieto los muertos en forma violenta e intencional superen los 210 mil, pero que no se reflexione que más del 90 por ciento eran jóvenes en edad de estudiar o trabajar, como lo eran o son quienes los asesinaron, muchas veces con extrema crueldad.
Cuando se habla de pobreza y delincuencia se levantan voces airadas que condenan lo que consideran criminalización de la pobreza, como si reflexionar sobre los múltiples factores adversos que convierten a un joven en criminal tuviera la intención de atribuir la maldad a la condición de ser pobre, cuando no es así.
He analizado este grave problema y la verdad es que no podemos dejar de reconocer que la pobreza hace víctimas primero a los jóvenes al no permitirles estudiar, lo que se combina con la incapacidad de la economía para ofrecerles empleos bien remunerados. Es verdad que un muchacho pobre no vuelve delincuente por su sola condición económica, pero es distinto cuando deliberadamente los intereses criminales lo vuelven adicto.
Con una fuerte adicción a las drogas y sin dinero para financiar su compra, el joven es presa fácil del reclutamiento de las bandas delictivas, quienes los introducen al mundo de la criminalidad como “halcones”, narcomenudista, cobradores de extorsión y derecho de piso, miembros de las células secuestradoras y sicarios. Es dura, pero es la realidad.
Ningún joven adicto acepta esas actividades si dispone de dinero para comprar drogas, como tampoco se convierte en delincuente uno pobre que no tiene la urgente necesidad de comprar drogas para consumirlas. Por eso el diagnóstico debe ser integral, sin inhibirse por el riesgo de la mala interpretación que puede considerar que hablar de la pobreza y delincuencia es criminalizar la condición de pobre.
Sólo con el conocimiento de la realidad, origen, causas y efectos del problema de la delincuencia y en particular de la participación en los jóvenes en ella se podrá diseñar y ejecutar una estrategia eficaz para terminar con la inseguridad pública y violencia.
Agradezco de antemano la publicación de estas reflexiones.
Sociólogo Jorge Antonio Cedillo Lara