México tiene una crisis general, de la que aquí hemos comentado, pero padece otra sobre la cual no se reflexiona, se debate ni mucho menos preocupa: la falta de cuadros políticos altamente calificados para el ejercicio del poder. Las evidencias de esa ausencia de liderazgos político-sociales y administrativos ahí están:
El PRI tuvo que recurrir a un militante externo para hacerlo candidato presidencial, porque no formó cuadros con arraigo popular, capaces de concitar el entusiasmo ciudadano en las campañas. Al final de todos modos Meade tampoco suplió esa carencia, pero su caso es prueba clara de la falta de personajes preparados y con apoyo social para conducir los destinos del país en el partido gobernante.
El PRD ni siquiera tuvo candidato propio y el PAN, y fuera de Ricardo Anaya, no tuvo cuadros adicionales para la presidencia de la República. Lo de Margarita Zavala fue una burda maniobra de Los Pinos. MORENA tiene como dirigente real al mayor líder social del país en los últimos 75 años, pero fuera de López Obrador no ha formado nuevos valores políticos. Cuenta con buenos cuadros, como Ricardo Monreal, Claudia Sheinbum, Martín Batres y Tatatiana Clouthier, pero proceden de otros partidos. Lo mismo puede decirse de Marcelo Ebrard. Y la falta de grandes líderes no es un problema menor para México.
Esta carencia de líderes político-sociales no es un asunto de poca trascendencia, sobre todo en un entorno cada vez más adverso para los intereses nacionales. Si como país queremos salir adelante, será necesaria una nueva clase política. Pero las semillas parecen pocas y ese es un problema sobre el cual poco se habla en los medios ni en la sociedad en conjunto.