*Injusto Culpar a la Clase Política Priísta Mexiquense del Desplome Electoral
El gran derrotado en la elección presidencial lo fue por varias razones indiscutiblemente el presidente Enrique Peña Nieto. El promovió los cambios a los estatutos del PRI para poder postular a un personaje ajeno a sus filas, a quien debía exigírsele inclusive menos requisitos a los establecidos para los cuadros propios.
Una vez salvado el obstáculo citado, influido por Luís Videgaray Caso, el segundo hombre más poderoso dentro de la administración pública federal y en el PRI, después del propio Peña Nieto, decidió hacer candidato a José Antonio Meade Kuribreña. Sería una gran ingenuidad creer en una decisión de las bases, sectores y organizaciones priistas en favor del titular de la SHCP, porque no lo fue. De ahí que la derrota del abanderado tricolor le será endosada al gobernante.
No obstante, el mandatario no procedió de esa forma como parte y líder de la clase política priista mexiquense, y mucho menos como miembro del fantasmal “Grupo Atlacomulco”, sino como rehén del grupo de neoliberales, involucrados en forma decisiva en todas las decisiones relevantes del Poder Ejecutivo Federal y del PRI, pero ajeno al Estado.
Por ello resultan injustos los análisis y comentarios que comenzaron a circular desde antes de la jornada de votación en el sentido de que la entonces ya previsible derrota de José Antonio Meade sería responsabilidad de la clase política priista del Estado de México. Eso no pudo ser por la sencilla razón de que el priísmo mexiquense no gobernó.
Sólo fue utilizado por la corriente neoliberal para recuperar la presidencia de la República de manos del PAN, dado que ningún neoliberal tenía arraigo popular y contaba con reales posibilidades de ganar la elección del 2012, como para ser postulado directamente. Por eso se alinearon y respaldaron las aspiraciones del entonces gobernador mexiquense.
Sus cálculos políticos y electorales estaban fundados y Peña Nieto ganó claramente la presidencia de la República. Antes lo fortalecieron al interior del PRI nacional. Le generaron condiciones para apoderarse de la hegemonía de ese partido. El político oriundo de Atlacomulco decidió en su momento, desde Palacio de Gobierno, las candidaturas de gobernadores y los nombres de quienes debían integrar los comités Ejecutivo Nacional (CEN) de su organización política.
No obstante, ya en el poder presidencial los neoliberales lo cercaron y le arrebataron los espacios de poder más estratégicos, además de llevar a cabo una purga de verdaderos altos cuadros políticos y administrativos del priismo estatal. Los priistas mexiquense no gobernaron, por lo que no son culpables de los malos resultados de la gestión de su paisano Peña, Nieto, ni de la derrota de José Antonio Meade, como se insiste en los últimos días.
Nada tienen que ver con la clase política tricolor del Estado, ni con el llamado “Grupo Atlacomulco” Luis Videgaray Caso, José Antonio Meade, José Antonio González Anaya, Rosario Robles Berlanga, Gerardo Ruiz Esparza, Otto Granados Roldán, ni los titulares de las secretarías de SAGARPA, SEDESOL, Función Pública y PGR. De todos, sólo dos trabajaron en el gobierno estatal. Ni siquiera nacieron en suelo mexiquense. Por ello el desastre electoral no es culpa de la clase política estatal del PRI.