*Nunca en los últimos 88 años la violencia asesina había afectado a tantos sacerdotes.
Este sexenio federal se convirtió desde ahora en el más letal para los sacerdotes desde el fin de la “Guerra Cristera”, ocurrida entre 1926 y 1929. Con el homicidio del párroco Miguel Gerardo Flores Hernández, ocurrido en Nueva Italia, municipio de Múgica, Michoacán, las víctimas suman 25 en menos de seis años.
De acuerdo con los historiadores, en la guerra religiosa, que tuvo como escenarios especialmente a los estados de Michoacán, Jalisco y Guanajuato fueron asesinados o fusilados 125 religiosos, aunque el presidente Elías Calles ubicó en 50 esa cifra.
No obstante, se trató de una confrontación armada abierta de católicos, comandados por sacerdotes y con respaldo de la jerarquía eclesiástica, contra el Estado Mexicano, por lo cual los párrocos eran objetivos militares.
Los homicidios de los 25 sacerdotes en cuanto va del sexenio federal se perpetraron en un clima generalizado de inseguridad pública, violencia criminal y alta incidencia en casi todas las entidades federativas, con mayor virulencia en Michoacán, pero los religiosos no están involucrados en los conflictos entre bandas de la delincuencia organizada.
La Arquidiócesis de Morelia, a donde pertenecía el sacerdote Miguel Gerardo Flores Hernández, dio a conocer la localización del cuerpo de éste en un inmueble abandonado, en Nueva Italia, región de Tierra Caliente.
Había desaparecido el día 18, y la última vez que se le vio con vida fue en la comunidad de Matanguarán, donde ofició misa. Por su desaparición se levantó una denuncia hasta el día 21 del pasado mes, pero dos días después su cadáver fue localizado.
Al cierre de esta edición de “El Espectador” se desconocían las circunstancias en que desapareció el religioso, inclusive inicialmente la Fiscalía General de Justicia michoacana informó que no tenía identificada plenamente a la víctima.
Tampoco tenía certeza sobre las causas de la muerte del sacerdote, oriundo del Estado de Zacatecas, porque a simple vista el cadáver no presentaba huellas de violencia.