Ningún presidente de la República había gastado tanto dinero para difundir propaganda gubernamental en los medios informativos con el fin de lograr popularidad como Enrique Peña Nieto, y ninguno había terminado con tan baja aceptación entre los mexicanos como él. De nada le sirvió destinar más de 50 mil millones al pago a empresas propietarias de periódicos, canales de televisión, radiodifusoras y portales digitales de periodistas.
Esas compañías del universo mediático vivieron sus mejores años en este sexenio federal. Sus ingresos crecieron mucho comparados con el anterior, además de extender sus convenios publicitarios a los gobiernos de todas las entidades federativas, organismos públicos autónomos o empresas productivas del Estado y hasta a ayuntamientos.
Conocidos periodistas también se hicieron millonarios con el cobro al poder público, no como agentes comisionistas por la publicidad cobrada por las empresas, a las cuales sirven, lo que ya sería un factor adverso para el ejercicio de su libertad de expresión, sino por difundir en portales o páginas Web de escasos lectores la propaganda oficial.
Aprovecharon la disposición del gobierno del presidente Enrique Peña Nieto de contar con una “buena prensa”. Pudo hacerlo por vanidad, pero el enorme gasto en propaganda oficial más bien formó parte de una estrategia para ganar las elecciones federales y locales de julio de este año. Por eso casi todos los diarios, noticieros de televisión, radio y espacios de debates en medios electrónicos atacaron a Andrés Manuel López Obrador. No fue gratuito.
Los malos resultados ofrecidos por los gobiernos emanados del PRI en los tres ámbitos de competencia no pudieron contrarrestarse con esa “buena prensa”, la cual tampoco fue eficaz en su propósito de demoler las posibilidades de triunfo de Andrés Manuel López Obrador, como lo probaron los resultados de la elección presidencial.
Los electores no les creyeron a los medios informativos, ni a los periodistas detractores del tabasqueño, hasta llegar a la cruel paradoja para el presidente Enrique Peña Nieto y el PRI de que el enorme gasto y la permanente presencia del mandatario en diarios y noticieros de radio y televisión tuvieron efectos contrarios a los buscados en dos vertientes:
Debilitaron la imagen del jefe de la nación y fortalecieron la de López Obrador. Los fondos públicos canalizados a las cuentas bancarias de los propios de medios informativos y de periodistas vinculados al poder público y beneficiados por el mismo no obtuvieron los efectos buscados; favorecieron a quien debían afectar y afectaron a quien les pagó. Esto erosionó terriblemente los intereses electorales del gobierno y del PRI.
Su candidato presidencial, José Antonio Meade, no sólo fue derrotado y relegado a un lejano tercer lugar, sino que hizo perder al tricolor cerca de 9 millones 950 mil votos en 6 años, al lograr sólo 9 millones 290 mil sufragios, contra 19 millones 227 mil de Peña Nieto.
Medios informativos y periodistas evidenciaron su nula capacidad de persuasión. Los votantes respaldaron al atacado por ellos. El gasto de Peña Nieto para tener “buena prensa” de nada sirvió. Y el derroche de dinero en medios, con motivo de su último informe, irritó más a los mexicanos, en lugar de concitarle respaldo.