MAXIMILIANO CASTILLO R.
Desde don Francisco I Madero ningún personaje político había sido tan combatido con calumnias como el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador. Los ataques iniciaron en 2005, cuando encabezaba las encuestas sobre preferencias electorales, de cara al proceso comicial de 2006, para relevar a Vicente Fox Quesada.
La casi totalidad de los diarios impresos y los noticieros electrónicos y un alto porcentaje de los periodistas, particularmente los exhibidos hace poco por estar al servicio y cobrar en la presidencia de la República, fueron implacables para criticar errores e inventarles fallas y posiciones autoritarias y violentas, a pesar de que no podían atribuirle al tabasqueño ni la ruptura de un pequeño cristal de ventana en sus movilizaciones.
Esa larga campaña de desprestigio, junto con maniobras del presidente Fox Quesada y la intervención de la entonces cuadro priista Elba Esther Gordillo para convencer a gobernadores de su partido para que dejaran de apoyar a Roberto Madrazo y respaldaran a Felipe Calderón, permitió el apretadísimo triunfo de éste.
Para 2012 López Obrador no fue favorito en la contienda presidencial, pero aun así los grupos económicos y sus medios informativos altamente beneficiados por el poder público y el grupo de periodistas pagados por el gobierno federal, fueron implacables en sus ataques al entonces candidato de las izquierdas que encabezaba el PRD.
Los grandes medios informativos, con la excepción de muy pocos, atacaron con todo a López Obrador en el último proceso para elegir presidente de la República, pero su influencia en los lectores, televidentes y radioescuchas decayó mucho, al grado de que en lugar de debilitar al personaje, lo fortalecieron.
Se llegó a la paradoja de que quienes deseaban desgastarlo, ellos se desgastaron por sus virulentas críticas infundadas al fundador y abanderado de MORENA, quien apoyado por dos pequeños partidos y el propio, con menos de 4 años de fundado, impuso un record de votación, con más de 30 millones de apoyos.
En esta nueva campaña de desprestigio no buscaban favorecer al gobierno, ni al PRI, ni a su candidato, sino proteger, conservar y acrecentar sus privilegios otorgados por el poder público. Y no pudieron evitar el triunfo de López Obrador, a quien trataron de doblegar en los últimos meses en el tema del NAIM, para que continuara y terminara su construcción en Texcoco, donde dueños de medios tenían contratos de obras por miles de millones de pesos.
Los antecedentes de 13 años de calumnias y de fracaso en su afán de impedir el triunfo del oriundo de Tabasco hacían inconveniente e inútil lanzarse ahora con todo en su contra. López Obrador no podía ceder a las presiones, que en los últimos días alcanzaron condición de abierto chantaje, porque hubiera proyectado una imagen de debilidad, contraria a la fortaleza que le dan más de 30 millones de votos y hubiera decepcionado a sus seguidores. No podía permitirlo. Los medios erraron en su estrategia.