MAXIMILIANO CASTILLO R.
México vive momentos históricos por el relevo en el mando del país, con un claro propósito de reorientar en favor de las mayorías la distribución del ingreso, porque a eso equivale la anunciada cuarta transformación de la República del próximo presidente. Nadie, salvo el reducido número de beneficiarios del actual estado de cosas, puede estar en desacuerdo con ese objetivo. Y a primera vista parece fácil de lograr.
No obstante, en la realidad los mexicanos tienen muchas dudas, confusión e incertidumbre sobre las reales posibilidades del próximo jefe de la nación de poder cumplir sus compromisos. Y no por falta de voluntad, acerca de la cuales no existen dudas, sino de si dispondrá del poder suficiente para vencer las resistencias y, llegado el momento, abierta rebeldía de los poderosos intereses empeñados en mantener sus privilegios y opuestos desde ahora al abandono del modelo neoliberal, como lo manifiestan sus instrumentos de información y reflexión.
En estas circunstancias, los grandes medios informativos deberían cumplir un gran servicio a la opinión pública, con análisis e interpretaciones puntuales y rigurosas de la coyuntura histórica que vivimos los mexicanos, con información y análisis de cara a los intereses de sus lectores, radioescuchas, televidentes y seguidores en las redes sociales. No lo están haciendo en esos términos, salvo honrosas excepciones, con lo cual están fallando deliberadamente a sus obligaciones profesionales.
Esos grandes medios informativos, parte de conglomerados de poderosas empresas beneficiadas por el poder público, como en este espacio se ha señalado desde hace varios años, no son objetivos, sino actores militantes de la causa contraria a la cuarta transformación, a la cual consideran inconveniente, inclusive nefasta para sus intereses.
Las dudas, confusión, incertidumbre y desconfianza sobre lo que el próximo presidente de la República puede lograr en beneficio de la población son inducidas, precisamente, por esos medios informativos, con su estrategia de desinformación. La campaña está bien orquestada. Nada más de ver cómo conocidos conductores de noticieros en la radio y la televisión reproducen las columnas de sus colegas de su misma ideología e intereses, en las cuales descalifican al nuevo gobierno.
El comportamiento de esos grandes medios y sus periodistas no es para orientar y hacer luces sobre el momento histórico que vive el país, sino para todo lo contrario. No son la solución en este tema, sino parte fundamental del problema, por lo cual la sociedad, especialmente el amplio estrato menos instruido, que no tiene acceso a las redes sociales, no encuentra dónde despejar sus dudas y es víctimas de la manipulación informativa.
No es exagerado sostener que en su lucha por conservar y acrecentar sus privilegios e intereses, el conjunto de medios informativos de cobertura nacional traicionan los intereses de sus lectores, radioescuchas y televidentes. Y no les importa mayormente.