*La estrategia no previó los efectos desastrosos de la nueva modalidad de reparto.

En su afán de combatir y erradicar el robo de gasolinas en los ductos de Petróleos Mexicanos (Pemex), el nuevo gobierno federal generó otro problema a los consumidores: la falta del producto en los expendidos. La estrategia la pagan ahora los conductores.
Cerró las tuberías de conducción de combustibles para evitar el robo. Lo consiguió, pero el transporte del combustible mediante pipas resultó insuficiente para cubrir la demanda. Generó carestía, en perjuicio de los consumidores. Todos apoyan la lucha contra los “huachicoleros” de fuera y de dentro de Pemex, pero critican la estrategia, por sus malos resultados inmediatos.
Mientras tanto, en las investigaciones del problema del llamado “huachicol”, las autoridades del país descubrieron la existencia de una red dedicada al robo y distribución de gasolinas en gasolinerías creadas para ello.
Operaba desde el interior de Pemex esa delincuencia organizada, con la complicidad o participación directa de altos funcionarios de la empresa. Sustraía el energético en el interior de las refinerías y lo comercializaba en una red de expendidos de combustibles.
El propio presidente Andrés Manuel López Obrador se refirió a esta situación, dada a conocer desde hace unos dos años en este semanario: el robo de gasolinas en el interior de las refinerías y su distribución en expendios que funcionaban o funcionan a la luz del día y de cara a toda la población.
Como se destacó en “El Espectador” hace 8 días, el volumen de combustible robado representaba tres mil millones de litros al años, imposible de distribuir en las orillas de las carreteras o en jacales utilizado como bodegas por los “huachicoleros” comunes.
López Obrador detalló que el 80 por ciento de las gasolinas robadas lo fue en el interior de las refinerías, especialmente de la “Ing. Antonio M. Amor”, ubicada en Salamanca, Guanajuato, de la cual se ha informado desde hace mucho tiempo en este semanario.
Se conocía la salida todos los días de numerosas pipas cargadas de combustibles, sin factura o con documentación apócrifa o con otras modalidades que revestía el robo del producto, pero el nuevo gobierno federal descubrió la utilización de otro método:
Se trata de la extensión de los ductos para hacer llegar las gasolinas hasta bodegas particulares, mediante el tendido de gruesas mangueras de hasta tres kilómetros de longitud. En esos inmuebles se cargaban pipas; es decir, se trataba de “Huachicol” a gran escala, cometido por funcionarios de Pemex, como se probó con la detección de una gran toma clandestina en el interior de la refinería de Salamanca, Guanajuato.
De acuerdo con la información del nuevo gobierno, sólo el 20 por ciento de la gasolina robada se extraía de los ductos, y hay sospechas de que esta modalidad delictiva contaba también con protección o corría a cargo de grupos controlados y protegidos por autoridades. Mientras tanto, el cierre de tuberías de Pemex ocasionó escasez de gasolinas en los expendidos, para angustia de los conductores de automotores.
La estrategia del combate al robo de gasolinas la están pagando, a un alto costo, los propietarios o conductores de vehículos, en una situación que afecta igualmente la imagen del nuevo gobierno, aunque hasta sus adversaros apoyan esa lucha.